jueves, 6 de marzo de 2014

Primer domingo de Cuaresma

Gén 2,7-9; 3,1-7: Y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal.
Rom 5,12-19: Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.
Mt 4,1-11: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Iniciamos el sagrado tiempo de Cuaresma, que la Biblia nos evoca como cuarenta días de oración, penitencia y ayuno. La Cuaresma es el tiempo que nos conduce a la esencia de la existencia cristiana. El misterio de Dios debe ser vivido plenamente. Dios se encuentra en el quicio de cada acontecimiento. Por eso la Cuaresma atraviesa el desierto de la vida para encontrar a Dios en el oasis de la misericordia.

El tiempo de Cuaresma es una invitación a superar nuestras personales y constantes esclavitudes- A veces somos faraones de grandes proyectos y de fantásticas construcciones, pero nos falta el amor, el perdón, la solidaridad, la reciedumbre de espíritu, la armonía, la convivencia. Por eso, la Cuaresma es un gigantesco reto, el reto de la vida, de nuestra personal y singular vida que hemos de afrontar con la gracia de Dios para vencer el mal a fuerza de bien.

Hoy San Mateo nos invita a la reflexión profunda y pausada. Dios nos ha hecho para la vida, pero, inmersos como estamos en medio del mundo, somos zarandeados por la tentación en sus diversos modos y formas. La tentación es como una especie de turbulencia o tribulación de la mente y de la voluntad en la que no sucumbió Jesucristo porque era Hijo de Dios. Los diversos modos y formas en las que esta <<turbulencia y tribulación>> se presenta son múltiples. San Mateo las centra en tres:

La primera: la tentación de querer poner el corazón sólo en las cosas de la vida, sólo en las cosas de la tierra. Es la tentación de querer convertir todo en pan, es decir, la tentación del más puro y sórdido materialismo; es la tentación de querer encontrar el sentido último de la vida en sólo las cosas y las realidades de aquí abajo. Por eso, es la tentación de querer hacer absoluta la inmanencia, como la única realidad de sentido: soy feliz sólo y únicamente entre las cosas y con las cosas. Cuando el hombre sucumbe a esta tentación nos encontramos ante el hombre unidimensional que sólo vive la vida como horizontalidad y nunca como verticalidad. Frente a semejante propuesta de ceguera de sentido espiritual, Jesucristo nos lanza un mensaje claro y directo: <<No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios>>. Es decir, el hombre no se realiza sólo y únicamente con las cosas terrenas, caducas, perecederas, porque el hombre no es una cosa más entre las cosas. El hombre no es sólo inmanente, no es sólo vocación de lo humano; es también, y al mismo tiempo, trascendente, vocación de lo divino. La salvación, el sentido y la realización de la vida del hombre están en Dios. Sólo Dios puede llenar el corazón del hombre, a veces triste de tanta nostalgia del cielo.

la segunda: la tentación del cientifismo, que se concreta en la tentación del positivismo científico. Sólo es verdadero y digno de ser creído aquello que se constata, que se prueba, que se verifica con pruebas físicas contantes y sonantes. La fe es una ilusión, una quimera, un sueño. Por eso Dios, término último de la fe, es un concepto vacío, un sinsentido. Muchos creyentes actuales dejan a un lado su fe en Dios porque dios no se puede probar como sí que dos y dos son cuatro, sin advertir que están confundiendo ciencia y fe. La fe no es demostrable, es creíble; no es pura racionalidad, es razonable. A Dios no se accede por la sola razón. La razón ha de estar informada por el donde la fe, es decir, la razón ha de estar avalada por la confianza y la adhesión personal a Aquel que sabemos que nos ama.

La tercera: la tentación del poder. <<Todo esto te daré si te postras y me adoras>>. Es la tentación del poder por el poder, de dominar a los demás por la sola razón de dominarlos; es la gran tentación adámica: <<Y seréis como Dios>>. Viene le afán de dominio y nos creemos y creamos dioses falsos saciando así nuestra sed de egoísmos y transformándonos en el dios de nuestra propia existencia. Es la soberbia de la vida. Pero poder no tiene sentido ninguno si no se entiende y se ejerce como un servicio a los demás. Jesucristo viene a decirnos que el poderoso no es ningún camino de salvación, lo único que consigue es adentrarse más y más en las sendas que conducen a la perdición, porque la vida no se gana, se malogra. Sólo Dios es digno de adoración. Sólo Dios es Dios.

Queridos hermanos, la Cuaresma es una invitación a realizar el gran proyecto de construir nuestra vida anclados en dios. Tenemos que convencernos poco a poco de que el único Señor que salva es Jesús. Dios no tiene otro rostro que el del Maestro de la misericordia. él mismo nos da sus manos, sus pies, sus fuerzas, su espíritu para iniciar el camino de la conversión, la llamada a la penitencia, la experiencia del amor.

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