viernes, 30 de mayo de 2014

Simposio "Mujer Olímpica y Valor de la Cantera"

Miércoles y Jueves 4 y 5 de junio | 20,45 horas 
Salón de Actos | Fundación Miguel Castillejo


Los próximos días 4 y 5 de junio la Fundación Miguel Castillejo acogerá el Simposio "Mujer Olímpica y Valor de la Cantera", enmarcado en los actos con motivo de la designación de Córdoba como Ciudad Europa del deporte 2014.

Coordina y Modera: Antonio David Jiménez (periodista) Jefe Prensa Club Adesal Córdoba Balonmano-(División Honor Femenina)

Participantes:

En “La Mujer Olímpica”
· Yolanda Soler. Yudo (Bronce JJ.OO. Atlanta’96)
· María Vasco. Atletismo (Bronce JJ.OO. Sidney’2000)
· Alba Cabello. Natación (Plata JJ.OO. Pekín’2008, Bronce Londres’2012)
· María López. Hockey Hierba (Cuarta posición en Champions Challenge 2011 y 2014)
· Alberto González. Periodista en Radio Marca, “Planeta Olímpico”

En “El Valor de la Cantera”
· Luis carrión. (Segundo entrenador Córdoba CF SAD)
· Jorge Vilda. (Seleccionador Nacional Femenino Sub-17)
· Otros entrenadores de cantera.

Sexto domingo de Pascua

Hch 8, 5-8.14-14: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
1 Pe 3,15-18: Cristo murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu.
Jn 14,15-21: Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor.

Como perspectiva para entender y sacar provecho espiritual en nuestras reflexiones cristianas de hoy, comienzo citando un pensamiento de Julián Marías, uno de los mejores filósofos de nuestra época. Concretamente manifiesta que en estos tiempos que nos ha tocado vivir sentimos una sensación de pesimismo y derrotismo al pensar que las cosas están peores que nunca. Y sin embargo –afirma rotundamente-, esto no es del todo verdad. Lo que sucede es que los dirigentes políticos, las autoridades, los llamados poderes fácticos, se encargan de hacernos ver el reverso de la humanidad, de ponernos las cosas más negras de lo que están en lugar de mostrarnos todo lo que de bueno hay, y que es mucho. De este modo, nos describen un mundo diabólico, semejante a un enorme basurero que nos invita a taparnos las narices y a marcharnos.

Las lecturas de hoy representan el contrapunto. Son una invitación al gozo, a la alegría, al optimismo. El cristiano no puede arredrarse por el drama que vive el mundo. El cristiano tiene la firme promesa de Jesucristo resucitado de que no estará sólo frente al mundo. Tendrá al Consolador, al Espíritu de la verdad, al Paráclito, que lo fortalecerá y le dará la valentía que necesita para proclamar y extender el Reino de Dios. ¿Cabe mayor alegría que la de saber que el Resucitado que ha vencido al mundo está con nosotros? Ésta fue la experiencia de las primeras comunidades cristianas que vivían ancladas en la paz y en la confianza que les proporcionaba su fe en el Resucitado, una paz y una confianza que contagiaban y transmitían a los demás; por eso el número de los creyentes se acrecentaba de día en día. Muy finamente apuntó Chesterton que la principal virtud de los cristianos ha de ser la alegría, motor de toda esperanza.

Los cristianos estamos convocados por Jesucristo para vivir e irradiar la alegría en nuestro mundo. No debemos caer en la tentación del desánimo, de salir huyendo porque el <<mundo huele mal>>. No podemos evadirnos de nuestra responsabilidad de convertir lo malo en bueno, lo triste en alegre, la guerra en paz, el odio en amor. El angelismo es una traición a uno mismo y al Evangelio. A uno mismo, porque es negar de raíz la vocación a la que Dios nos ha convocado: ser feliz y hacer feliz. Al Evangelio, porque Dios nos quiere en el mundo, no fuera de él. Estamos convocados por Dios para ser fermento en la masa; para predicar el Reino a todos los pueblos de la tierra. Los misioneros y misioneras que con su vida y obras testifican la verdad de Cristo en todo el mundo; as personas comprometidas en nuestra tierra con las más intrincadas cuestiones sociales, constituyen la mejor prueba de lo que afirmamos, a la vez que descalifican y dejan en ridículo ese basurero vil que nos quieren pintar.

Los cristianos estamos alegres porque, como bien expresa el apóstol Pedro, somos capaces de <<dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos la pidiere>>, es decir, porque vivimos la vida con sentido, con optimismo, con gozo, con la esperanza puesta en Aquel que es tazón última y sentido pleno de nuestro vivir y de nuestro obrar. ¿Cuál es la mayor tragedia de las numerosas personas que hoy viven traumatizadas y amargadas? Sencillamente que no han descubierto ni el sentido de la vida, ni el sentido de su vida, porque como locos prometeos o soñadores ícaros lo quieren buscar al margen de Dios y, claro está, se equivocan y confunden. El sentido de la vida pasa por la fe gozosa en Jesucristo muerto y resucitado, quien nos ha enviado el Espíritu de la verdad para que vivamos en la verdad.

Esta alegría interior, profunda, existencial y casi ontológica, no excluye los avatares, los tormentos, los días negros y grises, las cruces, en una palabra, que el transcurso de la vida nos va deparando. No podemos eludir el cáliz, ni Dios lo hace por nosotros, como tampoco lo hizo por su Hijo. Lo importante es saber afrontar el sufrimiento con una gran entereza interior, aceptando con gozo la voluntad de Dios. Por eso, la alegría no depende de las circunstancias externas, sino de las motivaciones internas. No son las cosas las que hacen que estemos más o menos alegres, es el ser que determina mi grado alto o bajo de felicidad; es mi fe, esto es, mi confianza en Dios, quien me motiva, me anima y me hace vivir y ver la vida con alegría, a pesar de las contrariedades.

Cristo ha resucitado, ha ido al Padre y nos ha enviado al Paráclito, el Espíritu de la verdad, para que estando con nosotros nos dinamice, anime e impulse a transformar el mundo. La esperanza, de la que tenemos que dar razón, según el apóstol San Pedro convence sólo cuando es convincente el amor que manifestamos. Porque aquí dar razón es ante todo dar cuenta presentando hechos, según el viejo adagio: <<Obras son amores y no buenas razones>>. Si el lenguaje de la fe resulta incomprensible para muchos, el creyente ha de adoptar el lenguaje persuasivo de la esperanza y del amor. La esperanza y el amor no se imponen, se proponen al socaire de la vida vivida con coherencia, honestidad, sinceridad, transparencia, generosidad, alegría, dinamismo, paz. 

martes, 27 de mayo de 2014

Encuesta sobre ciclo de Ópera Abierta



Ahora puedes compartir tus preferencias, enviarnos tus sugerencias y valorar el ciclo de Ópera que comenzó el 29 de abril en la Fundación. 

No olvides descargarte para ello nuestra encuesta, rellenarla y hacérnosla llegar a través de correo electrónico (fundacionmiguelcastillejo@gmail.com) u ordinario (Apartado de Correos 205).

viernes, 23 de mayo de 2014

Día de Góngora 2014


El próximo domingo 25 de mayo tendrán lugar los actos en honor del poeta D. Luis de Góngora y Argote en el CCCLXXXVII aniversario de su muerte.

Programa:

Capilla de San Bartolomé de la S. I. Catedral

10'00 horas: Misa por el alma del poeta. 

Concelebrarán los sacerdotes y académicos Ilmo. Sr. D. Fernando Cruz-Conde y Suárez de Tangil, y D. José Burgos Serrano, con homilía a cargo del primero.
La Nova Schola Gregoriana de Córdoba, dirigida por D. Francisco Funes, interpretará las siguientes piezas de carácter sacro: 
Canto de entrada. Tres estrofas de Veni Creator Spiritus
Segunda lectura. Alleluia emitte
Ofertorio. Aver Maris Stella
Comunión. Factus est repente
Salida. Regina coeli

10'40 horas: Ofrenda poética a la memoria de D. Luis de Góngora.

Estará a cargo de la Académica Correspondiente Dª Mª del Sol Salcedo Morilla, tras depositar unas flores en la tumba del poeta.

Fundación Miguel Castillejo

12'00 horas: Acto académico.

1. Conferencia a cargo del Dr. Diego Martínez Torrón, con el título El romance desde Góngora a Rivas.
2. Lectura poética a cargo de Dª Matilde Cabello, que será presentada por el Ilmo. Sr. D. Manuel Gahete Jurado, Director del Instituto de Estudios Gongorinos de la Real Academia de Córdoba. 
3. Clausura de los actos, por el Excmo. Sr. Dr. D. Joaquín Criado Costa, Director de la Real Academia de Córdoba.  

Sexto domingo de Pascua

Hch 8, 5-8.14-14: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
1 Pe 3,15-18: Cristo murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu.
Jn 14,15-21: Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor.

Como perspectiva para entender y sacar provecho espiritual en nuestras reflexiones cristianas de hoy, comienzo citando un pensamiento de Julián Marías, uno de los mejores filósofos de nuestra época. Concretamente manifiesta que en estos tiempos que nos ha tocado vivir sentimos una sensación de pesimismo y derrotismo al pensar que las cosas están peores que nunca. Y sin embargo –afirma rotundamente-, esto no es del todo verdad. Lo que sucede es que los dirigentes políticos, las autoridades, los llamados poderes fácticos, se encargan de hacernos ver el reverso de la humanidad, de ponernos las cosas más negras de lo que están en lugar de mostrarnos todo lo que de bueno hay, y que es mucho. De este modo, nos describen un mundo diabólico, semejante a un enorme basurero que nos invita a taparnos las narices y a marcharnos.

Las lecturas de hoy representan el contrapunto. Son una invitación al gozo, a la alegría, al optimismo. El cristiano no puede arredrarse por el drama que vive el mundo. El cristiano tiene la firme promesa de Jesucristo resucitado de que no estará sólo frente al mundo. Tendrá al Consolador, al Espíritu de la verdad, al Paráclito, que lo fortalecerá y le dará la valentía que necesita para proclamar y extender el Reino de Dios. ¿Cabe mayor alegría que la de saber que el Resucitado que ha vencido al mundo está con nosotros? Ésta fue la experiencia de las primeras comunidades cristianas que vivían ancladas en la paz y en la confianza que les proporcionaba su fe en el Resucitado, una paz y una confianza que contagiaban y transmitían a los demás; por eso el número de los creyentes se acrecentaba de día en día. Muy finamente apuntó Chesterton que la principal virtud de los cristianos ha de ser la alegría, motor de toda esperanza.

Los cristianos estamos convocados por Jesucristo para vivir e irradiar la alegría en nuestro mundo. No debemos caer en la tentación del desánimo, de salir huyendo porque el <<mundo huele mal>>. No podemos evadirnos de nuestra responsabilidad de convertir lo malo en bueno, lo triste en alegre, la guerra en paz, el odio en amor. El angelismo es una traición a uno mismo y al Evangelio. A uno mismo, porque es negar de raíz la vocación a la que Dios nos ha convocado: ser feliz y hacer feliz. Al Evangelio, porque Dios nos quiere en el mundo, no fuera de él. Estamos convocados por Dios para ser fermento en la masa; para predicar el Reino a todos los pueblos de la tierra. Los misioneros y misioneras que con su vida y obras testifican la verdad de Cristo en todo el mundo; as personas comprometidas en nuestra tierra con las más intrincadas cuestiones sociales, constituyen la mejor prueba de lo que afirmamos, a la vez que descalifican y dejan en ridículo ese basurero vil que nos quieren pintar.

Los cristianos estamos alegres porque, como bien expresa el apóstol Pedro, somos capaces de <<dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos la pidiere>>, es decir, porque vivimos la vida con sentido, con optimismo, con gozo, con la esperanza puesta en Aquel que es tazón última y sentido pleno de nuestro vivir y de nuestro obrar. ¿Cuál es la mayor tragedia de las numerosas personas que hoy viven traumatizadas y amargadas? Sencillamente que no han descubierto ni el sentido de la vida, ni el sentido de su vida, porque como locos prometeos o soñadores ícaros lo quieren buscar al margen de Dios y, claro está, se equivocan y confunden. El sentido de la vida pasa por la fe gozosa en Jesucristo muerto y resucitado, quien nos ha enviado el Espíritu de la verdad para que vivamos en la verdad.

Esta alegría interior, profunda, existencial y casi ontológica, no excluye los avatares, los tormentos, los días negros y grises, las cruces, en una palabra, que el transcurso de la vida nos va deparando. No podemos eludir el cáliz, ni Dios lo hace por nosotros, como tampoco lo hizo por su Hijo. Lo importante es saber afrontar el sufrimiento con una gran entereza interior, aceptando con gozo la voluntad de Dios. Por eso, la alegría no depende de las circunstancias externas, sino de las motivaciones internas. No son las cosas las que hacen que estemos más o menos alegres, es el ser que determina mi grado alto o bajo de felicidad; es mi fe, esto es, mi confianza en Dios, quien me motiva, me anima y me hace vivir y ver la vida con alegría, a pesar de las contrariedades.

Cristo ha resucitado, ha ido al Padre y nos ha enviado al Paráclito, el Espíritu de la verdad, para que estando con nosotros nos dinamice, anime e impulse a transformar el mundo. La esperanza, de la que tenemos que dar razón, según el apóstol San Pedro convence sólo cuando es convincente el amor que manifestamos. Porque aquí dar razón es ante todo dar cuenta presentando hechos, según el viejo adagio: <<Obras son amores y no buenas razones>>. Si el lenguaje de la fe resulta incomprensible para muchos, el creyente ha de adoptar el lenguaje persuasivo de la esperanza y del amor. La esperanza y el amor no se imponen, se proponen al socaire de la vida vivida con coherencia, honestidad, sinceridad, transparencia, generosidad, alegría, dinamismo, paz.

viernes, 16 de mayo de 2014

Quinto domingo de Pascua

Hch 6,1-7: Escogieron a siete hombres llenos del Espíritu Santo.
1 Pe 2,4-9: Vosotros sois una raza escogida, un sacerdocio real.
Jn 14,1-12: Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Nuestra reflexión espiritual en este quinto domingo del tiempo pascual se centra en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, en la que se nos narra la institución del orden del diaconado en la Iglesia. Como bien nos comentan los Hechos, la Iglesia primigenia iba creciendo hacia dentro y hacia fuera: hacia dentro, porque su maduración en la vida de la fe fue progresiva, una conquista diaria; hacia fuera, porque la coherencia, el compromiso y el testimonio de su vida de fe era el mejor modo de predicar el Evangelio de Dios y de atraer a muchos hacia Cristo. Este crecimiento en número de los fieles de la Iglesia provocó que los apóstoles no diesen abasto para atender las necesidades de las personas más empobrecidas, ente las que destacaban las viudas, quienes quedaban abandonadas a la muerte de su marido sin medios para subsistir. Para paliar semejante situación y a fin de que los apóstoles se dedicasen a su principal misión que era la oración, la predicación y la administración de los sacramentos, instituyeron a siete diáconos, entre los que se encontraba Esteban, primer mártir del cristianismo.

La institución del diaconado que nos relatan los Hechos nos trae a la mente al Concilio Vaticano II y su puesta al día del sagrado orden del diaconado, apostando fuertemente por el diaconado permanente como ministerio servicial hacia los más necesitados. Recuerdo que es San Juan de Puerto Rico había unos doscientos diáconos casados que ayudaban en las distintas iglesias de dicha ciudad, plasmando así en la realidad el requerimiento conciliar.

Sin querer entrar ahora en la polémica de la mucha o poca funcionalidad del diaconado permanente, sí quisiera que nos adentrásemos en dos conceptos básicos que subyacen en la institución del sagrado orden del diaconado. Primero, que el seglar tiene que entrar de lleno en la vida de la Iglesia. El mensaje primigenio es que todos somos Iglesia, siendo Cristo –como nos comenta la primera Carta del apóstol San Pedro- la <<piedra angular>> en la que estamos apoyados, como <<piedras vivas>>, todos los que entramos en la construcción del templo del Espíritu. Es decir, ni siquiera la jerarquía eclesiástica prevalece sobre el propio pueblo de Dios, la Iglesia.
Segundo, que los seglares no son meros comparsas que ayudan a los sacerdotes únicamente en la liturgia, como si de monaguillos se tratase. Fundamentalmente, los laicos están para colaborar con los sacerdotes en la organización de las tareas pastorales de las parroquias, para ser catequistas que difunden con su ejemplo de vida la Buena Nueva de la Palabra de Dios, o para llevar a cabo la animación y la participación activa en los diversos movimientos apostólicos que se suscitan en el seno de la Iglesia.

En bastantes ocasiones me habéis oído decir que la Palabra de Dios es eterna y, por tanto, válida para todos los pueblos y épocas. Como bien decía Karl Barth, la Palabra de Dios hay que explicarla y aplicarla teniendo en una mano el Evangelio y en la otra el periódico. Es decir, la Palabra hay que adaptarla al momento y a las circunstancias que nos ha tocado vivir. Y el tiempo que nos ha tocado vivir en nada se parece a los tiempos en que la Iglesia y el Estado formaban una unidad compacta. Después del Concilio, con su famoso lema de <<vuelta a los orígenes>>, la Iglesia recuperó su independencia y libertad, garantía segura de un compromiso más coherente y de un testimonio más veraz. Los tiempos han cambiado. Hoy la Iglesia no tiene que pensar en cómo ser servicial al Estado sino en cómo servir más y mejor a todos los hombres. Jesucristo incita nuestro corazón, nos urge y nos impele a proclamar su Palabra y a dar testimonio de ella, de modo que salgamos en busca de las ovejas descarriadas. Es una invitación que lanza a toda la Iglesia, obispos, sacerdotes, seglares.

Los seglares, por su estado y condición, han de desarrollar su tarea evangelizadora en medio de las estructuras terrenales, bien sea en el campo de la cultura, de la economía, de la empresa o de la universidad. Es la hora de los laicos, insertos en el corazón del mundo, quienes están llamados a construir el Reino de dios, a hacer fermentar la masa, dominada en estos tiempos últimos por la increencia. Es una grave irresponsabilidad delegar toda esa labor en otras manos alegando que no es competencia propia del cristiano. Si los cristianos laicos no se preocupan de ser trigo en el campo del mundo, pronto nace la inoportuna y maligna cizaña que lo envenena todo.

Como cristianos no podemos dejarnos sorprender por los enemigos de Dios, sino presentarles batalla. Y el mejor modo para llevar a cabo tamaña empresa es el de comprometerse desde dentro como el proyecto de la redención y salvación del mundo. Es verdad que el mundo no se salva sólo por mí, pero no es menos cierto que tampoco se salva sin mí, porque cada uno formamos parte del Pueblo de Dios; todos somos nación consagrada, sacerdocio real, raza elegida, para hacer presente en el mundo el Reino de Dios. 

viernes, 9 de mayo de 2014

Cuarto domingo de Pascua



Hch 2,14.36-41: Dios lo ha constituido Señor y Mesías.
1 Pe 2,20-25: Habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.
Jn 10,1-10: Yo soy la puerta de las ovejas. Quien entre por mí, se salvará.


Habréis observado que en lugar de relatar hoy la Iglesia el Evangelio de San Mateo –como corresponde al ciclo litúrgico que estamos celebrando-, nos presenta un texto del Evangelio de San Juan, concretamente el referido al capítulo diez, que nos habla de la figura de Jesús como el Buen Pastor, extensible a todos los pastores de almas, como son el Papa, los obispos y los sacerdotes.
Decía Napoleón que tres grandes hombres de la historia –Alejandro Magno, César Augusto y él mismo- eran los que con más poder y con más guerras habían subyugado al mundo, pero que una vez muertos nadie los seguiría. Sin embargo a Jesús de Nazaret, con una conducta basada en el amor, no sólo se le recuerda hoy más que a todos nosotros, sino que incluso después de veinte siglos millones de personas son capaces de dar su vida por Él. Por eso, reflexiona el teólogo Hans Küng que no ha habido ningún otro líder espiritual en el mundo que en tan poco tiempo –tres años de vida pública- haya conseguido implantar su programa de vida en toda la tierra, que cuenta actualmente con mil millones de católicos, que sumados al número de protestantes y orientales alcanzan la cifra de dos mil millones de seguidores de Jesucristo. Quizá el secreto radique en que Jesucristo es un rey de humanidad, pastor de almas, frente al modelo belicista y de fuerza de los personajes históricos citados anteriormente.
Jesús es el Buen Pastor, esto es, el buen líder que conduce a su pueblo hacia la salvación. Y a tal empresa embarga la vida entera, hasta morir por sus ovejas. Así, buen pastor es quien lleva hasta sus últimas consecuencias la ley del amor, es decir, dar la vida por los demás, sacrificándose, entregándose, haciendo suya la causa de los demás- Es la señal más fidedigna que confirma la autenticidad del pastor.
En el Antiguo Testamento se nos habla alegóricamente de la figura del pastor como del líder que guía al pueblo de Israel. Sin embargo, pocas son las veces en las que este líder actúa con coherencia. El profeta Ezequiel, por ejemplo, cuando habla de los pastores de Israel, en clara referencia a los sacerdotes, príncipes y líderes religiosos y políticos, dice: <<Estos pastores son pastores que se pastorean a sí mismos; a las ovejas sólo las quieren para quitarles la lana, chuparles la leche y esquilmarlas, dejándolas abandonadas si algunas se pierden>>. Es el mal pastor del que también nos habla hoy Jesús.
Tres ideas importantes hay que destacar en el Evangelio del Buen Pastor. Primera: el carácter personalista del buen pastor que muestra  su amor por cada una de las ovejas. El buen pastor llama por su nombre a cada una de las ovejas y por eso las ovejas saben que quien las llama es su pastor, no un pastor extraño que no las puede llamar una a una por su nombre porque no las conoce. Es decir, Jesucristo nos ama a cada uno como somos, con nuestras peculiaridades y, en consecuencia, mantiene con nosotros una relación íntima, personal, directa, alojándose y viviendo en el hontanar de nuestro corazón, raíz última de nuestra esencia y existencia. Ésta es la razón por la que todos somos importantes para él. Así, el cristianismo es irremediablemente una religión personalista, donde la persona lo es todo: un fin en sí misma, a imagen y semejanza del Creador. Hoy tenemos que estar muy atentos ante los falsos pastores que nos rodean, que nos proponen la liberación pero que en el fondo nos atenazan y esclavizan aún más. Son los falsos pastores del consumismo que nos despersonaliza, del despilfarro que nos embrutece, de los políticos que prometen y no cumplen, del poder que corrompe. 
Segunda: el cristiano ha de vivir comprometido con su mundo. Jesucristo saca las ovejas fuera del redil. No las deja dentro para que no les pase nada. Es decir, Jesucristo no saca al cristiano del mundo, sino que lo mete en el mundo para que sea levadura que fermenta la masa. Es verdad que los peligros del mundo son muchos, pero no es menos verdad que el buen pastor cuida de todas y cada una de sus ovejas. El cristiano ha de vivir su fe comprometido con las situaciones de su mundo y de su historia, haciendo el bien, trabajando por los demás. Quien quiere resguardar su fe de todas las tempestades se engaña a sí mismo. La fe se autentifica en las obras. Por eso más que resguardarnos  de los problemas que el mundo nos plantea, lo que hay que procurar es ponernos en las manos de Dios y abrir nuestro corazón al Buen Pastor que sabe cuidar perfectamente de cada uno de nosotros. 
Tercera: se es cristiano en la Iglesia, no al margen de ella. Es verdad que hemos dicho que el cristianismo es una religión personalista porque la fe es una opción y decisión personal, pero no es menos cierto que es una fe que ha de ser compartida, comunicada, testimoniada, o de lo contrario es una fe que desemboca en el más absurdo de los solipsismos. Somos ovejas de Jesucristo, es verdad, pero también lo es que formamos parte de un rebaño, de un pueblo, de una Iglesia. Es una falacia, de las muchas que hoy circulan, decir que creemos en Jesucristo pero no en la Iglesia. Nadie se engañe: no se es cristiano a lo francotirador, sino en comunidad. Es la dimensión comunitaria de la vida de fe, de los sacramentos, porque Dios mismo es comunidad, trinidad de personas en perfecta comunión y entrega.
Mis queridos hermanos y amigos, Jesucristo es nuestro único y verdadero pastor. Él es el único camino hacia el Padre; la única verdad que nos hace libres; la verdadera vida que llena de sentido nuestra vida. Él es, por tanto, la única puerta que nos conduce a la salvación. Como bien dijo el poeta Luis de Góngora un día del Corpus: <<Hoy, Señor, no sólo nuestro pastor eres, sino también nuestro pasto>>. Abramos a Cristo las puertas de nuestro corazón. Escuchemos su voz. Sigámosle. Entreguémonos. Sólo Él nos conduce hasta la vida eterna.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Concierto de Primavera

Viernes, 9 de mayo | 20,30 horas 
Salón de actos | Fundación Miguel Castillejo

El Concierto de Primavera de este año correrá a cargo del Trío Vasnier:

Pedro J. López Campos (flauta).
Samuel Espinosa Ruiz (viola).
Carmen Alcántara Fernández (arpa).

Entrada libre hasta completar aforo.

martes, 6 de mayo de 2014

V Semana Poética de Primavera

Semana del 12 al 16 de mayo | 20,30 horas 
Patio | Fundación Miguel Castillejo

La próxima semana tendrán lugar las actividades dedicadas a nuestra V Semana Poética de Primavera:

* Martes, 13 de mayo

Lectura poética | Asociación literaria Wallada y Nueva Poesía de Córdoba.
Dúo de Guitarra Clásica | Rocío y Tania Merinas.

Miércoles, 14 de mayo

Presentación del libro Viviré del aire, de Manuel Salinas.
Lectura poética en homenaje al poeta cordobés Rafael Porlán (1899-1945): acto coordinado, presentado y dirigido por Manuel Gahete.

* Jueves, 15 de mayo

Lectura poética | Asociación literaria Hasday y Córdoba Alma Poética.
Asociación literaria Hasday | Acompañamiento musical de Leo Pokriwalio al violín. 
Córdoba Alma Poética | Acompañamiento musical de Neftalí Gómez al violín y Luis Alberto Fernández Pericet, piano.

* Viernes, 16 de mayo

Lectura poética del Grupo Literario Troquel: acto presentado por Isabel Miguel.
Concierto a cargo del Real Centro Filarmónico de Córdoba "Eduardo Lucena".


Entrada libre hasta completar aforo.

lunes, 5 de mayo de 2014

Fin de curso en el María Rivier


Ya han finalizado tanto el Taller de cocina (cocina mediterránea y manipulación de alimentos) como la parte teórica del curso de Auxiliar de Educación Infantil (105 horas: 30 parte teórica y 75 parte práctica).


 En los próximos días tendrá lugar el comienzo de la parte práctica, durante la que los alumnos de dicho curso pondrán a valer sus conocimientos en los centros de educación infantil que colaboran con el Centro de Formación, Promoción e Integración de la Mujer Inmigrante.

A lo largo del mes de junio se clausurará el curso Auxiliar de Educación Infantil y se hará entrega de un diploma acreditativo.

viernes, 2 de mayo de 2014

Tercer Domingo de Pascua

Hch 2,14.22-28: Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte.
1 Pe 1,17-21: Habéis sido redimidos con la sangre de Cristo.
Lc 24,13-35: Le reconocieron al partir el pan.


El Evangelio que la Iglesia nos presenta en este tercer domingo de Pascua para nuestra reflexión espiritual es el referido al relato de la aparición de Jesús a los dos discípulos que iban camino de Emaús. Si leemos atentamente el pasaje en cuestión observamos que, salvo el detalle de llamar a uno de los dos discípulos por su nombre, concretamente a un tal Cleofás, el núcleo del mensaje se centra en la experiencia de fe que vivieron los dos discípulos que iban camino de la ciudad de Emaús. Una experiencia que se convierte en toda una catequesis en la que el mismo Jesús resucitado les explica a estos dos discípulos desconcertados todo lo relativo al misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección. Por eso, es una catequesis viva, directa al corazón, que provoca la experiencia interna de encuentro personal con la Palabra de Dios. Muy acertadamente dijo el padre Kolbe, prisionero en Auschwitz, que <<tanto de Dios como de lo religioso, más que tenerlos como principios teológicos, lo mejor es tenerlos como una experiencia de la propia vida>>.
El domingo pasado comenté la bienaventuranza de Jesús: <<Dichosos los que creen sin haber visto>>, es decir, dichosos los que creen que su fe tiene que ser una fe mística, una fe personalizada y experimentada; de lo contrario el mensaje de la fe <<nos entrará por un oído y nos saldrá por otro>>, sin que vibre y <<arda nuestro corazón>>, sin que se nos <<abran>> los ojos. La experiencia de los dos discípulos de Emaús es también la nuestra. Como los discípulos de Emaús, también decimos: <<Nosotros esperábamos…, nosotros hemos oído…; nosotros no hemos visto>>, instalándose en nuestro corazón la desesperanza y la desilusión que dan paso a una especie de agnosticismo solapado: <<No hemos visto, por lo tanto, no creemos>>. Es la experiencia de la duda, del absurdo y del sinsentido a que nos somete a veces la fe. Probados y zarandeados por la vida, exclamamos en nuestro interior: <<Yo esperaba…>>, <<yo creía…>>, pero la realidad es distinta. Se produce lo que se llama en términos psicológicos una crisis de utopías, porque descubrimos que nuestros ideales no concuerdan con la realidad en la que nos movemos. Y como resulta que la fe tiene mucho de utopía, acabamos decepcionados, existencialmente hablando.

Posiblemente el problema no esté tanto en la fe en sí misma considerada cuanto en la domesticación que de la fe hacemos. En el fondo la crisis acontece porque creemos en un Dios hecho a nustra imagen y semejanza que en poco o en nada se parece al Dios verdadero. Con acierto dijo el filósofo Gabriel Marcel: <<Cuando hablamos de Dios, no es de Dios de quien hablamos>>. Como a los discípulos de Emaús nos hace falta: primero, profundizar en la Palabra de Dios y segundo, dejarnos empapar por ella, de modo que <<arda>> nuesro corazón. Una Palabra que hemos de vivir en la celebración intensa de los sacramentos, alimento que fortalece nuestra vida espiritual y engrandece y madura nuestra fe. Si la Palabra de Dios no la aceptamos en nuestro corazón, difícilmente podrá fructificar (cf. Mc 4,20).

Sin embargo, la vida de la fe exige un tercer paso, como a los discípulos de Emaús: el testimonio de la fe, porque una experiencia no compartida es una experiencia hueca y estéril. Esto ellos lo entendieron bien, por eso <<se volvieron a Jerusalén>> y <<contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan>>. Y es que la fe, vivida a tope, nos empuja a proclamar a los cuatro vientos la verdad de la Resurrección del Señor. El testimonio es así el distintivo más palmario de que la fe es auténtica, madura, fundamentada. Por eso, quien no tiene necesidad de contagiar, comunicar y compartir su fe es que, o bien carece de ella, o bien su fe está bajo mínimos, raquítica, lánguida, mortecina. Hay que <<oír>> para <<experimentar>>, y <<experimentar>> para <<testimoniar>>, según la famosa sentencia de Jesús: <<No el que me diga: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre que está en los cielos>> (Mt 7,22).

Mis queridos amigos, el mismo Gabriel Marcel, al que ya hemos aludido, escribió un libro titulado Homo viator –El hombre caminante- referido a los creyentes, a ti, a mí, a todo el que nos escucha, porque en esta vida tenemos que ser caminantes que descubrimos a Jesús en las Escrituras, en los sacramentos, especialmente en el sacramento de la Eucaristía, en la soledad de nuestro sagrario íntimo y personal. Que al descubrirlo digamos convencidos, con fe firme: ¡Quédate con nosotros, Señor! Alumbra, Señor, nuestras penumbras; afianza nuestra fe y nuestra entrega; fortalécenos en el testimonio de tu palabra.