lunes, 28 de septiembre de 2015

Festividad de San Miguel

El próximo martes 29 de septiembre celebramos la festividad de San Miguel con una Eucaristía ofrecida por el Real Centro Filarmónico de Córdoba "Eduardo Lucena" en honor de su Presidente Honorario.
Participarán la Coral de dicha institución musical, decana de las de Córdoba, así como también de la Nova Schola Gregoriana de Córdoba.
Este año, como variación a los anteriores, tendrá lugar en la Iglesia de la Merced (Diputación), a las 20,30 horas.


jueves, 24 de septiembre de 2015

Vigésimo sexto domingo del tiempo ordinario

Texto bíblico:
Núm 11,25-29: ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu!
Sant 5,1-6: Los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor.
Mc 9,37-42.44.46-47: El que no está contra nosotros está a favor nuestro.

El Evangelio que acabamos de proclamar está lleno de mensajes para todos nosotros. Unos son perfectamente entendibles, otros necesitan de una explicación más detallada por nuestra parte.
El pórtico de entrada nos revela una verdad capital, que define en toda su extensión la radicalidad de la opción cristiana: o con Cristo, o frente a Cristo. No hay caminos intermedios, propios de la política humana, ese arte de lo imposible. O se acepta a Cristo con todas sus consecuencias, o se le rechaza. Lo demás es querer jugar a dos barajas, intentar contemporizar mis intereses con los del Evangelio.
Mis queridos hermanos, nuestra fe adolece en muchas ocasiones de este sano radicalismo. Como cristianos decimos que amamos a Jesucristo, pero nuestra vida y nuestras obras lo desmiente. Nos fabricamos un Evangelio a nuestra medida, poco exigente y demasiado complaciente con las comodidades, el hedonismo y el materialismo que nos rodea y embarga. Decimos que adoramos a dios, y es verdad, pero al mismo tiempo organizamos nuestra vida en torno a un innumerable montón de ídolos que nos esclavizan: el dinero, el poder, la competitividad, la fama, el estar por encima de los demás. Hacemos caso omiso del mandamiento del amor, porque el amor no es rentable. Y entonces surge la pregunta: ¿Para qué sirve vivir de este modo el cristianismo? Para nada. Es un cristianismo <<sin sal>>, que se ha vuelto soso e insípido, y, por tanto, no convence, no llena, no dinamiza, no compromete, no testimonia sino que escandaliza. A este propósito escribía G. Bernanos: <<Cristo nos pidió que fuésemos la sal de la tierra, no el azúcar, ni la sacarina. Y no digáis que la sal escuece. Lo sé. Lo mismo que sé que el día que no escozamos al mundo y empecemos a caerle simpáticos será porque hemos empezado a dejar de ser cristianos>>. Las expresiones radicales de Jesucristo: <<cortar la mano o el pie>>, <<sacar el ojo>>, hay que traducirlas en el sentido de que <<hay que estar dispuestos a renunciar a uno mismo para entrar en la vida del reino de Dios>>.
Cada uno tiene que pararse a reflexionar, mis queridos hermanos, si su vida cristiana lo llena, lo entusiasma, lo interpela. De lo contrario, tiene que plantearse seriamente el camino de la conversión.
Ahora bien, esta radicalidad no es monopolio exclusivo de los que nos llamamos y decimos cristianos. Durante muchos años hemos participado de la idea de que sólo y únicamente nosotros tenemos derechos a participar de la verdad de Dios, en clara oposición a todo ecumenismo. Precisamente, no es esto lo que hoy nos transmite Jesús. Todo lo contrario, reprocha a sus discípulos porque tratan de impedir a uno no perteneciente al grupo de los doce -<<no es de los nuestros>>- que haga milagros en nombre de Jesús.
La lección es clara. Nadie, absolutamente nadie, tiene el monopolio sobre Dios. Dios está por encima de nuestros deseos de propiedad, de nuestros egoísmos, de nuestro afán de tener y poseer. Dios se manifiesta en quien quiere y cuando quiere. Sólo busca un corazón preparado, generoso y dispuesto; un corazón que hace el bien y no mira a quién. La regla de oro es tajante y clara: <<El que os dé a beber un vaso de agua porque seguís al Mesías, os aseguro que no quedará sin recompensa>>.
Jesús nos llama a revisar nuestras etiquetas, nuestros prejuicios sociales y religiosos, y a mirar el corazón de las personas. No por el hecho de pertenecer a la Iglesia de Jesucristo ya somos cristianos auténticos y ejemplares. La pertenencia tiene que estar avalada por una vida llena de renuncia y de entrega. Si no es así, vinimos en la apariencia de nosotros mismos, siendo causa de escándalo y antitestimonio permanente para los demás.
Precisamente, el toque de atención que Jesucristo nos da sobre el escándalo es el tercer mensaje del Evangelio de hoy. Es la cruz de la regla de oro: <<Al que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar>>. Mayor contundencia no cabe.
Este lenguaje de Jesús puede parecernos muy duro, pero nada hay tan perverso como el escándalo, que rompe con la inocencia y empaña la verdad, desautorizando la misma verdad de Dios. Éste es el problema. Escandaliza quien antepone sus verdades al amor a Dios y al prójimo, usurpa el nombre de Dios, toma el nombre de Dios en vano e induce a los demás a seguir su mal ejemplo. Escandaliza todo aquel que con su actuación y, sobre todo, su actitud de vida obstaculiza o hace más difícil la vida digna o humana de los demás.
La democracia en la que vivimos y por la que hemos luchado tantos años nos ha abierto las puertas a la realdad de los grandes valores humanos: la libertad, el reconocimiento de los derechos y dignidad de las personas, el diálogo, la igualdad. Sin embargo, muchos son los que se sirven y utilizan estos valores en provecho propio, distorsionando su realidad. No puede sorprendernos, por tanto, los escándalos de corrupción, los abundantes casos de xenofobia, los sobornos, la amoralidad de quienes creen que todo es uno y lo mismo. Los cristianos vivimos inmersos en este ambiente. Como ciudadanos del mundo, participamos y formamos parte de esta mentalidad. Corremos, por tanto, el peligro de asimilar el Evangelio y sus exigencias a los patrones y moldes sociales. Cuando esto sucede, revestimos bajo una gruesa capa la radicalidad del Evangelio, que transformamos engañosamente en comodidad, falta de compromiso y entusiasmo, falta de amor a Dios y a los hombres.
Como cristianos tenemos que estar muy atentos a saber distinguir el trigo de la paja, la adulación de la verdad, la corrupción de la honestidad, el <<todo vale>> de los valores evangélicos, el <<no complicarse la vida>> de la sana tolerancia, el libertinaje del respeto a las personas, especialmente a los más débiles. Como bien dice Monseñor Carlos Amigo, arzobispo de Sevilla: <<El cristiano no puede moralmente inhibirse de los asuntos que conciernen al porvenir de la comunidad humana a la que pertenece. Carecen de justificaciones actitudes de indiferencia, comodidad, apasionamiento, la insolidaridad o el menosprecio de los asuntos públicos>>.
Ser cristiano implica un alto grado de responsabilidad: ser sal y luz para que el mundo crea. Por esta razón, tenemos que desechar cualquier opacidad de vida -<<cortar la mano o el pie y sacar el ojo>> que nos hacen caer-. Éste es nuestro reto y nuestra tarea, nuestra vocación y misión.

martes, 22 de septiembre de 2015

Festividad de Nuestra Señora de la Merced

El próximo jueves 24 de septiembre tendrán lugar los actos en celebración de la festividad de Nuestra Señora de la Merced, con la que nuestra Fundación viene colaborando de manera tradicional.
Los actos incluyen una Santa Misa en honor de Nuestra Señora de la Merced, presidida por Monseñor D. Miguel Castillejo Gorraiz, y que tendrá lugar a las 20 horas en la Iglesia de Ntra. Sra. de la Merced (Palacio Diputación).


Además en dicha eucaristía intervendrá el Coro Rondalla Azahara, dirigida por Pedro Peralbo, que ofrecerá una solemne misa para la ocasión. Dicha eucaristía se integra dentro de los actos que organiza la Asociación de Vecinos Torre de la Malmuerta (Campo de la Merced) y contará con el siguiente programa:



En el siguiente enlace se puede consultar el programa completo de la XXXª Fiesta de la Merced.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Gala Lírica de Agrupación Lírica Cordobesa

Miércoles, 23 de septiembre | 20,30 horas 
Fundación Miguel Castillejo | 20,30 horas



El próximo miércoles 23 de septiembre inauguraremos el curso cultural 2015 / 2016 con una Gala Lírica, a cargo de la Agrupación Lírica Cordobesa, dirigida por Fernando Carmona. La actuación seguirá el siguiente programa:

viernes, 18 de septiembre de 2015

Vigésimo quinto domingo de tiempo ordinario (Cuarta semana del salterio)

Texto evangélico:
Sab 2,12.17-20: Acechemos al justo. Lo condenaremos a muerte ignominiosa
Sal 53: El Señor sostiene mi vida
Sant 3,16-4,3: Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia
Mc 9,30-37: Quien quiera ser el primero, que sea el último y servidor de todos

En este domingo nuestras reflexiones espirituales y cristianas resultan ciertamente complicadas, porque complicado es el mensaje central que hoy nos propone la Sagrada Escritura. El mensaje que Jesucristo nos propone en el Evangelio de hoy resulta desconcertante y paradójico para la sociedad de la competitividad, del ansia de poder y de tener, en la que vivimos. ¿Cómo entender hoy que <<el que quiera ser el primero, que se haga el último y servidor de todos>>? ¿Cómo comprender el hecho de que Jesucristo, el Hijo de Dios, no haya venido <<a ser servido, sino a servir y a dar su vida por todos>>?
Nuestras sociedades occidentales se rigen por el sistema político de la democracia, uno de los sistemas de gobiernos que, aún siendo imperfecto, es el menos imperfecto que existe, en el decir de Winston Churchill. El sistema democrático intenta combinar dos ejes que parecen antitéticos: la libertad y la igualdad. La idea es buena en sí: un sistema en que se respetan las libertades de todos, pero al mismo tiempo, limando las profundas desigualdades. Sin embargo, la realidad cambia. En nuestras sociedades democráticas la competencia es cada vez más feroz; si se quiere subsistir, se busca ser el primero en todo. Lo importante es triunfar, ganar, presumir, lucir, tener poder. Valores como el servicio, la generosidad, la entrega a los demás, están en franca decadencia.
Por eso las palabras de Jesús hacen que chirríen nuestros oídos. Es un lenguaje que no se entiende. Bien lo saben los padres y las madres que tienen que luchar <<a brazo partido>> para que vuestros hijos reciban, no una buena preparación, sino la mejor preparación: estudios, a ser posible universitarios, masters, idiomas. Porque para triunfar, ya no se trata de buscar un puesto en la vida, sino de encontrar el primer puesto. Ésta es la razón por la que muchos de nuestros políticos, que se presentan como servidores del pueblo, no van o están en la política para servir, según dicen, sino para servirse del poder en beneficio propio.
La actitud de Jesucristo es radicalmente opuesta a esta filosofía de vida que tiene embotada la mente y el corazón de este hombre que ya tiene puesto un pie en el tercer milenio. Él, que pudo tener todo el poder y todas las riquezas que hubiera querido, optó por el camino del amor y del servicio como único camino de felicidad y de realización humana. El gesto del lavatorio de los pies nos manifiesta que Jesucristo es el servidor de los servidores. Un gesto que, en formas distintas y circunstancias diversas, pero con contenido idéntico, imitan los santos. Así, por ejemplo, San Martín de Tours rompe y divide su capa para repartirla con un pobre. Así, también San Maximiliano Colbe, que libremente da su vida en lugar de la vida de pobre padre de familia.
Es verdad que ha habido santos que, aplicando este mensaje de Jesús a las cosas temporales, lo han entendido con ciertos aires de negatividad. Fue el caso de San Ignacio de Loyola. Después de la batalla de Pamplona, lo que más desea es la santificación. Para ello se retira a la Cueva de Manresa, donde la Virgen Santísima parece que le inspira sus famosos Ejercicios espirituales (también conocidos como Ejercicios ignacianos). Allí vive muy abandonado, no sólo del mundo, sino incluso de sí mismo. Poco después, se dio cuenta de la importancia y la fuerza de la cultura y de sus medios para evangelizar. Por eso funda la Compañía de Jesús, no para enriquecerse, sino para santificar el mundo e implantar en él el Evangelio.
Jesucristo quiere que todos nosotros seamos los últimos, pero, al mismo tiempo, también quiere que luchemos, bien como padres de familias, con una fuerte responsabilidad familiar, bien como empresarios de los que dependen un buen número de trabajadores, bien de la forma que fuere; lo cierto es que, como acertadamente manifiesta el refrán hay que estar <<a Dios rogando y con el mazo dando>>. Hay que ser el último, no hay que tener ambiciones desmedidas, no hay que entrar en lizas descarnadas con los otros, es verdad; pero también hay que aspirar a lo que Dios nos ha dado y de lo que somos responsables, de modo que tengamos los medios necesarios de vida, y desde aquí santifiquemos el mundo y nos santifiquemos a nosotros mismos.
Pero hay más; si las palabras de Jesucristo las llevamos hasta sus últimas consecuencias, entonces la santificación que Dios nos pide pasa por amar y entregarnos a los últimos de nuestra sociedad: los pobres de solemnidad, los marginados sociales, los mendigos sin casa, sin comida, sin familia, los ancianos abandonados de todos, los enfermos crónicos o terminales.
La madre Teresa de Calcuta encarnó hasta sus últimas consecuencias eso de que quien quiera ser el primero de todos, hágase el servidor de todos. Su vida, su vocación y misión, no fueron otra cosa que servir a los pobres de entre los más pobres, a los desheredados de la tierra, como son los pobres de Calcuta y de toda la India, una nación superpoblada donde la miseria más mísera se ha estructurado como mal endémico. A este propósito, recuerdo un discurso de Laín Entralgo con motivo de la entrega de unos premios universitarios. Entre otras cosas decía: <<Hay sólo tres cosas de las que el ser humano puede decir que son suyas, todo lo demás es prestado y anecdótico. Estas tres cosas son el sacrificio, la entereza y la capacidad de lucha>>. Y a continuación, en un tono jocoso, no exento del proverbial gracejo que lo caracteriza, matizaba y pedía: <<Permítasele a un español como yo, paisano de Don Quijote, que cuantas hazañas hizo Don Quijote, productos de su esfuerzo, sacrificio y entereza, y que acabaron en burlas y en naderías, también las haga yo. Permítasele la pobreza de hacer esfuerzos, sacrificios y renuncias que, en muchas ocasiones, resultan baldías a los ojos del mundo>>. Y terminaba añadiendo una novena bienaventuranza: <<Bienaventurados los que se esfuerzan y con entereza se sacrifican por los demás, aunque no consigan sus objetivos>>.
Mis queridos hermanos y amigos, siguiendo la máxima de Jesucristo en el Evangelio de hoy, no sólo tengamos a menos ser los últimos o de los últimos y luchar por estar complacidos en estas priebas que nos manda el Señor, sino incluso vivir entregados, abnegados, sacrificados, para promover la causa de los últimos, para que vayan también ascendiendo en el escalón social del bienestar de la vida.