martes, 30 de abril de 2013

Exposición de Juan Manuel Ayala



Del 30 de abril al 23 de mayo | De 10 a 14 horas
Fundación Miguel Castillejo


A partir de hoy martes 30 de abril podrá visitarse en la sede de la Fundación Miguel Castillejo, a partir de las 12,  la exposición de pintura de Juan Manuel Ayala, que comprende una veintena de copias de grandes obras de artistas clásicos como Tiziano o Rafael.



lunes, 29 de abril de 2013

Música y Poesía en la IV Semana Poética de Primavera 2013


Viernes 3 de mayo | 20,30 horas
Jardín | Fundación Miguel Castillejo


El próximo viernes 3 de mayo tendrá lugar en al Fundación Miguel Castillejo el acto Música y Poesía, clausurando la IV Semana Poética. El programa estará dividido en dos partes:

I parte. In memoriam de Juan Morales Rojas y su hijo Álvaro Morales Rodríguez. Presenta: Excmo. Sr. D. Antonio León Villaverde. Rapsodas: Fuensanta Morales Rodríguez. Álvaro Morales Gómez y Juan Carlos Morales Rodríguez.
II parte. Concierto Real Centro Filarmónico de Córdoba, Eduardo Lucena.



Hasday y Córdoba Alma Poética en la IV Semana Poética de Primavera


Jueves 2 de mayo | 20,30 horas
Jardín | Fundación Miguel Castillejo


El próximo jueves 2 de mayo tendrá lugar en el salón de actos de la Fundación una lectura poética con la intervención de las academias literarias Hasday y Córdoba Alma Poética, acompañada de ilustraciones musicales a cargo de los siguientes artistas:

- Asociación Literaria Hasday: Pilar Ramírez (concertista castañuelas)
- Asociación Córdoba Alma Poética: Neftalí Gómez y Javier Gómez (violín y piano).




viernes, 26 de abril de 2013

Wallada y Nueva Poesía en la IV Semana Poética de Primavera


Martes 30 de abril | 20,30 horas
Jardín | Fundación Miguel Castillejo


El próximo martes 30 de abril tendrá lugar en los jardines de la Fundación Miguel Castillejo la inauguración de la IV Semana Poética de Primavera, con una lectura a cargo de las asociaciones literarias Wallada y Nueva Poesía de Córdoba, acompañadas de la ilustración musical de Federico Urbano (guitarra clásica).



miércoles, 24 de abril de 2013

Quinto domingo de Pascua


Domingo 28 de abril


Hch 14,21-26: Les contaron a la comunidad lo que Dios había hecho por medio de ellos. 
Ap 21,1-5: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva. 
Jn 13,31-35: Que os améis unos a otros como yo os he amado. 


Ya es un tópico afirmar que nuestro mundo es un mundo dividido, donde las guerras, los odios, los enfrentamientos, las discriminaciones y las esclavitudes campean a sus anchas. Nuestro mundo, por tanto, no es «el mejor de los mundos posibles», como afirmó el filósofo alemán Leibniz. Pero tampoco es ese «malévolo infIerno» sartriano. Nuestro mundo es como es, siempre susceptible de ser mejorado y renovado desde sus cimientos mismos. De ahí que, como bien expresa la Encíclica Rerum novarum, «lo mejor que puede hacerse es ver las cosas humanas como son y buscar al mismo tiempo por otros medios [ ... ] el oportuno alivio de los males» (n.13). Por eso, no es un mundo ya creado, sino que lo estamos creando; no es un mundo ya acabado, sino en proceso constante de transformación. 
Cuando Dios creó el mundo, invitó al hombre a co-crear con Él; es decir, Dios puso el mundo en las manos del hombre y le encargó que lo modelara y lo perfeccionara con su propio trabajo (cf. Gén 1,28). Este contexto de mandamiento divino nos lleva a plantearnos la siguiente pregunta, ¿cómo está cumpliendo el hombre el encargo que Dios le hizo? Es una pregunta que cada uno en particular tiene que responder porque todos somos responsables de la «marcha» del mundo, cada uno según su medida, pero responsables al fin y al cabo. 
Si en estos momentos de la historia que nos ha tocado vivir percibimos un fuerte deterioro de nuestro mundo, tendremos que preguntarnos qué le pasa al hombre; qué nos pasa a cada uno de nosotros. Porque lo que está claro es que la ruptura externa que apreciamos en nuestro entorno es fiel reflejo de la ruptura interna que el hombre padece en su corazón. Las divisiones, las guerras, los odios, y tantos otros males se gestan y desarrollan en el interior del hombre, repercutiendo directamente en sus circunstancias sociales: «De dentro del corazón hombre, salen las malas ideas: inmoralidades, robos, adulterios, codicias, perversidades... » (Mc 7,22-23). 
Con todo, algo bueno ha de tener el hombre cuando Dios le encarga la misión de transformar el mundo. Es más, el hombre que ha salido directamente de las manos del Creador, que lo modeló «a su imagen y semejanza» (cf. Gén 1,26-27), tiene que ser bueno por naturaleza, porque no sería compatible la bondad y perfección divina con la maldad humana. Por eso, Dios que es amor (cf. 1 Jn 4,8) nos creó y nos hizo un llamamiento para el amor, única realidad que nos madura y que nos hace crecer como personas, tanto hacia dentro como hacia fuera. El amor es el que hace que seamos imagen y semejanza de Dios; el que nos convierte en hijos de Dios. 
El amor es el signo más palpable de la Pascua por la que Cristo, su Resurrección, ha renovado todas las cosas. Por eso nos propone un mandamiento nuevo, como eje central de los nuevos tiempos que Él ha inaugurado y que tienen su cuImen en la Pascua. Atrás quedó la dinámica del «círculo vicioso» de la ley del talión, que cuanto más se aplicaba, más endurecía y más enquistaba el corazón del hombre. El mandamiento nuevo que Jesús nos propone rompe con esa dinámica de pecado, para instalarnos en la dinámica de Dios; es decir, en la dinámica de la gracia, de la generosidad y de la misericordia. Este mandamiento no implica otra cosa que ser fiel a la vocación para la que Dios nos ha creado: al amor. 
El amor es, en consecuencia, la herramienta de trabajo con la que tenemos que transformarnos y recrearnos personalmente, para después transformar y recrear nuestro mundo. La ley del amor es la única que es capaz de hacer realidad que nuestro mundo sea «el mejor los mundos posibles». No hay más alternativas. Porque esa fue también la única alternativa por la que Jesús se decidió en su vida, siendo fiel a ella hasta sus últimas consecuencias. Y lo suyo no fue una utopía, un sueño que pasó, como pensaron irónicamente el grupo de quienes nunca lo creyeron. Lo suyo fue tan real que todo lo que hizo, lo hizo bien; por eso, la mejor síntesis que se ha hecho de Jesús, tanto en sus dichos como en sus hechos, es la que hicieron los apóstoles cuando se lanzaron a predicar por todo el mundo el hecho gozoso de la Pascua. Para los apóstoles, Jesús fue un hombre que pasó haciendo el bien. 
No hay otro amor como el de Jesús, donde los hombres encuentran  su sentido de plenitud. Jesús optó por la utopía de la misericordia para al hombre a Dios y al mismo hombre; para desarrollar el sentimiento de hermandad y fraternidad entre todos los pueblos de la tierra. Por ello, no hay mejor programa para realizar el mandamiento de Jesús que las bienaventuranzas (cf. Mt 5,1-12), expresión sublime y concreta del amor.
Ante el desafío del nuevo siglo y milenio que se nos avecina, no podemos seguir siendo meros espectadores, cuando no colaboradores, de un mundo que se desangra por los cuatro costados. Como cristianos, hemos de inyectar buenas dosis de esperanza, de paz, de unión, de amor, en una palabra. Pero, para que eso sea posible, es necesario que seamos unos auténticos y fieles cristianos que vivimos «a pies juntillas» la única ley que nos hace libres, la ley del amor. 
Mis queridos amigos, rompamos con los egoísmos que nos atenazan y esclavizan, impidiéndonos llevar a efecto la vocación para la que hemos sido creados, el amor. Abramos de par en par las puertas de nuestro corazón al amor que nos hace libres y que libera todo lo que toca. Sólo el amor, y nada más que el amor es capaz de truncar la espiral y el círculo vicioso de la violencia, de las divisiones, de las guerras. Cambiemos para siempre el dicho «si quieres la paz, prepara la guerra», por el dicho «si quieres la paz, ama».

viernes, 19 de abril de 2013

Concierto Extraordinario de Primavera


Jueves, 25 de abril | 20,30 horas 
Salón de actos | Fundación Miguel Castillejo 


La Fundación Miguel Castillejo y la Asociación Cátedra Pavo Montalvo, de Creación, Investigación e Interpretación violinística organizan el próximo jueves día 25 de abril en el salón de actos de la Fundación el Concierto Extraordinario de Primavera, a cargo del violinista de fama internacional David Russell, de la Universidad de Carolina del Norte, y acompañado al piano por Kyle Linscheid
El programa es el siguiente: 

Sonata en Sol Mayor, K. 301. W. A. Mozart
Sonata para violín nº2 en La Mayor. J. Brahms
Tres Piezas, opus 40. A. Beach
Cinco Melodías. S. Prokoffiev
Siete canciones populares. M. Falla



Informamos además de la Master Class abierta que celebrará el profesor Russell el miércoles 24 de abril, en horario de 10 a 14 en la sede de la Fundación.



jueves, 18 de abril de 2013

Clausura de curso 2012 - 2013


El pasado día 13 de abril en el Centro de Promoción, Formación e Integración de la Mujer Inmigrante - María Rivier, cuya actividad patrocina la Fundación Miguel Castillejo, se ha clausurado con éxito el curso de Geriatría impartido a lo largo del año 2012-2013. El Centro, con la ayuda de nuestra Fundación, trabaja para el fomento de la formación, el empleo y la orientación y la igualdad en el trabajo de la mujer inmigrante en nuestra sociedad. Objetivos estos que logra a través de una serie de cursos impartidos en el centro por tutores y especialistas en asistencia técnica sanitaria, doctores en medicina, docentes de escuelas infantiles y  profesorado universitario, psicólogos, terapeutas ocupacionales y otros voluntarios de Córdoba.

La formación se alcanza siguiendo una serie de talleres teórico-prácticos impartidos por nuestros docentes, quienes emplean el material indicado y las herramientas necesarias para cada actividad.

Entre los cursos impartidos: Auxiliar de Educación Infantil, cursos de Cocina Mediterránea, clases básicas de cultura, cursos de español y de francés; destaca el de Auxiliar de Geriatría, de 200 horas de duración y con 140 horas de prácticas en Residencias de Mayores de la ciudad de Córdoba y en otras residencias que colaboran también con el Centro María Rivier y que están situadas en pueblos de la provincia.

La evaluación global del curso en Auxiliar de Geriatría de este año ha sido nuevamente positiva y los resultados se han comprobado en la entrega de diplomas y certificados del pasado día 13 de abril. Tanto los alumnos como los responsables del curso han señalado la importancia de las clases teóricas y el valor del compromiso del profesorado del mismo modo que han destacado el provecho obtenido y la buena experiencia que han supuesto las prácticas en todas las Residencias de Mayores con las que se ha trabajado.



El curso se cierra con el deseo de que las alumnas logren desarrollar pronto un puesto de trabajo y su plena integración en nuestra sociedad; también con la esperanza de que el año próximo el desarrollo del curso sea tan productivo para las alumnas como lo ha sido el de este 2012-2013.

miércoles, 17 de abril de 2013

Cuarto domingo de Pascua


Domingo 21 de abril


Hch 13,14.43-52: Yo te haré luz de los gentiles. 
Ap 7,9.14-17: El cordero será su pastor. 
Jn 10,27-30: Yo doy la vida eterna a mis ovejas. 


Si en anteriores domingos los protagonistas de las lecturas sagradas fueron María Magdalena, Tomás el apóstol o Pedro, el personaje central de este domingo es Jesucristo, el Buen Pastor que da la vida eterna a sus ovejas. 
Alguien ha dicho que Dios ha pasado de ser objeto constante de reflexión y estudio en casi toda la literatura de todos los tiempos a ser postergado en todos los campos de nuestra cultura. Por eso, podemos concluir que nuestros tiempos son tiempos de silencios y de ausencias. Dios es el gran silente y el gran ausente. Vivimos en la llamada «cultura de la muerte de Dios», en la que Dios no interesa ni mucho, ni poco. 
El papa Juan Pablo II, en su última visita a España, hacía la siguiente reflexión dirigida especialmente a los universitarios y científicos de la Complutense de Madrid: «Toda fe que un creyente dice que la tiene, si no se traduce en una cultura no es una fe verdadera.». Y es que la cultura es un modo de vivir, de pensar, de ser; en ella está la clave para responder a este vacío que el hombre de la posmodernidad quiere hacer de Dios. 
Una de las notas distintivas de nuestra cultura es su falta de confianza en la razón, sobre todo en la razón ilustrada. Por ello, el problema de Dios no puede ser abordado prioritariamente desde las razones del pensamiento, aunque también, sino que hay que abordarlo desde la razón del corazón, haciendo realidad la sentencia de las Meditaciones de Pascal: <<El corazón tiene sus razones que la razón no entiende». Más que hacer hincapié en el Dios de la razón, es necesario insistir en el Dios revelado por Jesucristo; en el Dios de la vida; en el Dios que se siente, pero no se explica; se entiende, pero no se comprende. Como bien decía Unamuno, la fe del creyente ha de centrarse en Dios, Padre y Pastor de nuestras almas. 
A esta cultura que tiene auténtica alergia a Dios, conviene presentar un Dios dialogante, atractivo, que responda a las inquietudes del hombre de hoy. Yo señalaría los siguientes tres aspectos de Dios, que, entre otros, conviene dar a conocer. 
Primero: Dios es el Buen Pastor que conoce a la perfección a sus ovejas, y por eso las llama por su nombre, y las acompaña y precede en el sacrificio. Esto significa que quien sigue a Jesucristo, tiene que seguirlo en el difícil camino de la cruz, porque ha asumido el mismo nivel de pobreza, de postración, de sufrimiento y de cruz que su Maestro, el Buen Pastor.
Segundo: Dios es el Buen Pastor que se preocupa fundamentalmente por las ovejas descarriadas. También a ellas las llama, porque son suyas y no quiere que se pierda ninguna. Éstas oirán su voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor. 
Es un claro mensaje para nosotros, los cristianos del ya entrante siglo XXI. Nuestra misión, hoy más que nunca, ha de centrarse en mostrar a los hombres el verdadero rostro de Dios. Este mostrar pasa, no tanto por nuestros discursos, que a fuerza de tanta repetición se han convertido en discursos puramente retóricos, sin contenidos, vacíos, cuanto por nuestro testimonio de vida. Aquí se cumple una vez más uno de los dichos que definen a nuestra cultura: «Hay que predicar con el ejemplo». Hoy, más que palabras, queremos hechos; más que bellas y hermosas teorías de Dios, queremos las concreciones prácticas a que conduce creer en Dios. En otros términos, hay que ser buenos pastores, a ejemplo del Buen Pastor. Es el único medio de impregnar la cultura con la fe religiosa. No de cualquier tipo de fe, sino de la fe que brota y se enraíza en Dios y se expresa en medio de los hombres, de todos los hombres, porque la evangelización afecta más directamente a todos aquellos que «guardan silencio sobre Dios»: «Tengo otras ovejas que no son de este redil; también a ésas tengo que conducirlas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor» (Jn 10,16). 
Tercero: Jesús es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas para que éstas posean la vida eterna. El mal pastor, en cambio, abandona el rebaño a su suerte, sobre todo, con su mal ejemplo de vida, con su falta de testimonio transparente, con sus incoherencias entre su decir y su obrar. Jesús, Buen Pastor, nos exige sinceridad y coherencia de vida, los dos avales de todo testimonio cristiano. 
Se comenta que un renombrado escritor, que hacía ya bastante tiempo que andaba a vueltas con el problema de Dios, le preguntó un día a un canónigo de la catedral de Nôtre Dame: «¿De verdad existe Dios?». El canónigo le respondió lanzándole otra pregunta: «¿Cambiaría tu vida si descubrieras con toda certeza que Dios existe?». La moraleja no es otra que ésta: no tenemos que tener la absoluta certeza de la existencia de Dios para cambiar de vida.
Mis queridos amigos, el gran mensaje de este cuarto domingo de resurrección del tiempo pascual es que Cristo resucitado es el Buen Pastor de nuestras almas que nos ha salvado; que ha dado su vida por nosotros y la sigue dando día a día para que nosotros a cambio poseamos la vida eterna, y la poseemos en abundancia, de modo que ya nunca más tengamos ni hambre ni sed (cf. Jn 6,35-36).

miércoles, 10 de abril de 2013

Tercer domingo de Pascua


Domingo 14 de abril


Hch 5,27-32.40-41: Dios resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis.
Ap 5,11-14: Digno es el Cordero degollado de recibir el poder.
Jn 21,1-19: Es el Señor. 


La Pascua cristiana tiene como centro a Jesús, muerto y resucitado por nuestra salvación. Dios ha resucitado a Jesús, y en su Resurrección todos hemos resucitado. El Señor ha roto las cadenas de la muerte y vive victorioso como rey de reyes. La luz ha vencido a las tinieblas; el amor al odio; la unidad a las discordias y divisiones; la valentía al miedo. Jesús es el Señor de la vida que conduce a los hombres a la plenitud de Dios. 
El relato de los Hechos de los Apóstoles, que hoy nos presenta la liturgia, acota el corazón mismo de la fe cristiana: Dios resucitó a Jesús y lo exaltó, y, en consecuencia, todos hemos sido redimidos del pecado, a la vez que somos introducidos en la dinámica liberadora de la Resurrección divina. Esta experiencia de saberse en las manos de Dios, salvador y dador de la vida, es la que lleva a los primeros discípulos a superar el miedo de los primeros momentos para, a continuación, dar testimonio público de su fe en la Resurrección del Señor. 
Mis queridos amigos, el itinerario de vida de todo apóstol, de todo cristiano, pasa por tres estadios de vida que se concretan en tres situaciones. 
Primera, la situación de un miedo casi insuperable, cuya raíz es la desilusión y falta de fe. Igual que los apóstoles, también nosotros, que decimos seguir al Señor, no acabamos de creer seriamente en Él y en su mensaje de salvación. En realidad, creemos más en las palabras de los hombres que en la Palabra de Dios. Por eso, surge en el fondo de nuestro corazón la duda, el miedo al descrédito, al fracaso, a hacer el ridículo delante de los hombres. Pero como las palabras de los hombres no salvan, ni dan seguridad, ni llenan de sentido la vida humana, desembocamos en una difícil encrucijada: o los hombres o Dios; o apostar por Dios, aún a sabiendas de los riesgos que entraña, o apostar por los hombres con las seguridades relativas del momento. Aquél llena de sentido toda nuestra vida, no exenta de la cruz; éstos no pueden salvarnos, aunque nos ofrezcan felicidades momentáneas y fugaces. 
Jesús es muy claro a la hora de la opción por Él o al margen de Él: «Si uno se avergüenza de mí y de mis palabras, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria» (Lc 9,26). 
Segunda, la situación del testimonio público de la fe. La fuerza del Espíritu irrumpe de forma casi avasalladora en el corazón de quienes no tienen más señor que Dios. El miedo y la cobardía se convierten en parresía, es decir, en una valentía que sólo puede nacer de la verdad que nos hace libres (cf. Jn 8,32). Por eso, el miedo es relegado al pasado, y la obediencia a Dios está antes que la obediencia a los hombres. Quien vive en la verdad, vive en la libertad; y quien vive libremente vive sin temores de ningún tipo. Se sabe en Dios y con la fuerza del Espíritu divino, único garante de su vida, que le impulsa al testimonio de la fe. La vida de fe, que brota de la confianza, la fidelidad y el amor a Dios, exige, por su propio dinamismo interno, ser comunicada y manifestada. Por ello, sin testimonio no hay vida de fe. 
Los modismos actuales que intentan constreñir la fe al puro ámbito de lo privado, a las «iglesias y a las sacristías», pretenden acallar la Palabra de Dios, instancia crítica en un mundo vacío, chato y mediocre. Hay que hacer frente a estos intentos de ahogar el mensaje de Dios, proclamando a los cuatro vientos que Jesucristo, muerto y resucitado es el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14,6); que sólo Dios, y nada más que Dios, puede devolver el rostro humano a nuestro mundo totalmente deshumanizado; en definitiva, que sólo Dios salva. 
Tercera, la situación de las consecuencias del testimonio cristiano: las persecuciones. Es decir, la asunción de la cruz, distintivo del cristiano y signo de autenticidad del testimonio: «El que quiera venirse conmigo, que niegue a sí mismo, que cargue cada día con su cruz y me siga» (Lc 9.23). Las persecuciones son muy distintas y abundantes. La historia está llena de personas que dieron su vida por los demás, que sufrieron vejaciones, torturas, cárceles por defender el testimonio de su fe en Jesucristo, señor de la vida, y por encarnar en la práctica las exigencias de ese testimonio: el amor a los demás, que implica la entrega a la causa de los demás, a la defensa de los derechos humanos, a la proclamación de la justicia. 
También nosotros, si queremos ser coherentes con lo que creemos y anunciamos, tenemos que asumir nuestros «calvarios» particulares, nuestras cruces de cada día. El desprecio, la crítica, la murmuración son monedas comunes que nos atenazan cuando nos tomamos en serio ser auténticos y verdaderos cristianos. 
Pero son monedas que no hemos de rechazar, ni tan siquiera evitar. Todo lo contrario, ha de ser motivo de dicha, porque es signo inequívoco de que la Palabra de Dios, anunciada y testimoniada, hace mella en el corazón de quienes nos rodean: «Dichosos vosotros cuando os odien los hombres y os expulsen y os insulten y propalen mala fama de vosotros por mi causa [ ... ] ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Porque así es como los padres de éstos trataban a los falsos profetas (Lc 6,22.26). 
Mis queridos amigos y hermanos, avancemos en la madurez de la fe cristiana. Vivamos con gozo la alegría de la fe, la dicha del testimonio de la fe. Pidámosle al Señor, muerto y resucitado, que nos dé la suficiente valentía interior para asumir con entereza los envites que conlleva el testimonio de la fe, que nos exige nuestra fidelidad al Señor.

jueves, 4 de abril de 2013

Segundo domingo de Pascua


Domingo, 7 de abril


Hch 5,12-16: Crecía el número de los creyentes. 
Ap 1,9-13.17-19: Yo soy el que vive. 
Jn 20,19-31: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. 


En paralelismo con el título de un cuadro de Miró, Los personajes de la vida de Cristo, podemos describir otro cuadro cuyo nombre sería: <<Los personajes de la Resurrección de Jesucristo». 
El domingo pasado la protagonista fue María Magdalena. Este segundo domingo de Pascua el protagonista es Santo Tomás, un apóstol del que poco sabemos porque poco es lo que nos cuentan de él los Evangelios. Los sinópticos apenas si dicen algo de él; San Juan es un poco más explícito y nos lo presenta en dos escenas; una, cuando Jesús se muestra como camino, verdad y vida (cf. 14,17); otra, la que nos presenta el Evangelio de hoy. 
Santo Tomás es símbolo vivo del itinerario existencial de la fe del creyente, porque la fe es una aventura diaria. Cada día tenemos que reafirmar nuestra adhesión y fidelidad a Dios; nunca está todo hecho; nunca hemos llegado «del todo». Tres son las etapas evolutivas del desarrollo de la fe en Santo Tomás, que son también las nuestras. 
Primera, es la etapa de la llamada fe racionalista y materialista; dos calificativos que entran en conflicto directo con el sustantivo. Es decir, ni la fe puede ser racionalista, ni mucho menos materialista. No obstante, ésta es la condición singular del hombre; capaz de grandes contradicciones no sólo epistemológicas, sino también ontológicas, vitales, existenciales. 
Santo Tomás es el prototipo del creyente cartesiano que quiere convertir, y de hecho convierte, la fe en algo tangible, con datos «contantes y sonantes». Su actitud ante la vida de fe es la del más craso materialismo que no cree en nadie ni en nada, si antes no comprueba in situ el objeto de su fe. En otras palabras, es la actitud que quiere «tocar y ver para creer» sin advertir que Dios, objeto, término y fin de nuestra fe, no una cosa más entre las cosas, expuesta a todo tipo de manipulaciones humanas. Dios, al mismo tiempo que es inmanente a la historia, la trasciende. 
Dios es el misterio inabarcable que nos embarga, rodea y supera por todas partes. De Él sólo cabe la aceptación y la acogida en fidelidad y en entrega a su voluntad, nunca la comprensión racionalista, error de los ateísmos de todos los tiempos que niegan a Dios porque el pensamiento no puede abarcarlo. Los razonamientos no nos dan la fe, aunque ayudan a creer a quien quiera creer. 
En resumen, en este primer nivel, la fe no pasa de ser acomodaticia, sin riesgos. Es la llamada fe -y aquí está la gran contradicción- la «seguridad absoluta», opuesta al corazón y vida misma de la fe verdadera. 
Segunda, es la etapa de la fe como búsqueda serena de Dios, que sale al encuentro del hombre. Atrás queda la imposibilidad de Prometeo. La conquista humana del mundo por medio de la razón no es extensible a Dios. Todos los intentos que han marchado en esta dirección han acabado en el más estrepitoso de los fracasos. 
En el proceso de maduración de la vida de fe surge la «duda de la fe», que cuestiona la racionalización de la primera etapa para pasar a una postura de fe más íntima, más personal y más vital. Es la etapa de la fe como búsqueda incesante del Dios de la vida, dando respuestas, no ya cerebrales sino existenciales, a los «porqué» y a los «para qué» humanos. Por eso, es la fe que no pregunta ni inquiere, sino que se abandona en el Misterio, corazón y pulmón de Dios. 
Lo que Tomás pretende con la búsqueda, como también lo pretendemos nosotros, es llegar a poseer una fe adulta, madura, responsable, personalizada. Una fe que no se deja llevar y arrastrar por las modas y corrientes al uso, como sucede, en ocasiones, con los pensamientos y movimientos teológicos de última hora, que pretenden ser la verdad última y definitiva. En suma, es una fe firme y segura, como la casa edificada sobre roca (cf. Mt 7,24-27). 
Tercera, es la actitud de la fe como encuentro personal con Dios. Toda vez que hemos entrado en el dinamismo de la vida de fe que nos replantea la vida entera, y que nos pone de cara a nosotros mismos y de cara a los demás, el desenlace no puede ser otro que el encuentro con Dios que nos lleva a exclamar con Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Es la fe hecha plegaria y encuentro, oración y súplica. Dios es aceptado como el único absoluto, pero, por encima de todo, Dios es amado como el único Señor de la historia y como el único Señor de nuestra singular y personal historia. A partir de ahora, Tomás, y nosotros con él, no necesitamos de otras alternativas, de otras explicaciones. 
Él mismo lo ha «visto» con sus propios ojos. Es decir, él mismo ha tenido la experiencia de Dios, tan personal que es intransferible e incontable; por ello, es experiencia. 
Mis queridos amigos, Cristo vive; ha resucitado. Ésta es nuestra fe; ésta es la fe de la Iglesia. La vida venció a la muerte; la luz a las tinieblas; la alegría, al llanto. Estamos celebrando y viviendo un tiempo de gracia, de gratitud, de alegría, porque el Señor, Jesús, ha vencido a la muerte y ha resucitado como primicia de nuestra propia resurrección. El misterio de nuestra fe queda fundamentado en una de las grandes verdades del cristianismo: el amor es más fuerte que la misma muerte. 
Como los apóstoles, pidamos al Señor que nos aumente la fe en calidad y con profundidad, para que hagamos de nuestra vida un encuentro permanente, íntimo y personal con quien sabemos que nos ama; con Dios, principio y fin de nuestra vida. 

miércoles, 3 de abril de 2013

Presentación del libro "Gritos de gaviotas"


Jueves, 11 de abril | 21 horas
Salón de Actos | Fundación Miguel Castillejo

El próximo jueves 11 de abril tendrá lugar en el salón de actos de la Fundación Miguel Castillejo la presentación del libro "Gritos de gaviotas", de Concha Alcalde, prologado por Juana Castro y con la colaboración de la Academia Literaria Nueva Poesía.
El acto estará amenizado por el grupo musical Serenata, con una actuación de temas escogidos de su repertorio.


Entrada libre hasta completar aforo.