jueves, 23 de junio de 2016

Concierto de Fin de Curso 2016

Fundación Miguel Castillejo
Viernes, 26 de junio | 20,15 horas.

El próximo viernes tendrá lugar en la Fundación Miguel Castillejo el Concierto de Fin de Curso a cargo de la Coral Miguel Castillejo, con un interesante programa de música lírica.

Viernes 26 de junio
20.15 horas.

martes, 21 de junio de 2016

Concierto benéfico Manos Unidas

Fundación Miguel Castillejo | Jardín 
Jueves 23 de junio | 21 horas


El próximo 23 de junio jueves tendrá lugar en el jardín de la Fundación Miguel Castillejo el concierto benéfico de Manos Unidas a cargo del Orfeón Cajasur "Ciudad de Córdoba" y Octeto de trompas de Córdoba. El programa será el siguiente:


Participando con un donativo individual de cinco euros pondremos nuestro granito de arena en la ayuda para la construcción de un comedor escolar en Bouake (Costa de Marfil), además de entrar en el sorteo de un cuadro del famoso pintor y sacerdote Bartolomé Menor. Por otra parte, se podrá colaborar con la adquisición de merchandising de Manos Unidas además del libro Historias de la Vida, de Cristina López Schilichting, cuyos derechos han sido cedidos para ayudar a sufragar los gastos de construcción y equipamiento de un laboratorio en Uganda.


Jardín de la Fundación Miguel Castillejo
Jueves 23 de junio a las 21 horas

miércoles, 15 de junio de 2016

Duodécimo domingo del tiempo ordinario

Texto evangélico:
Zac 12, 10-11: Mirarán al que traspasaron.
Gál 3, 26-29: Todos sois uno en Cristo Jesús.
Lc 9, 18-24: Tú eres el Mesías de Dios.

La pregunta de Jesús a sus discípulos, <<¿Quién decís que soy yo?>>, es una pregunta que no pasa de moda, que está dirigida también a nosotros. ¿Por qué hemos de volver una y otra vez sobre la misma cuestión? Posiblemente porque la rutina es una de las constantes de nuestra vida. A fuerza de repetir mucho las cosas, llega un momento en el que perdemos de vista cualquier atisbo de originalidad, aflorando entonces el automatismo que se resuelve en la pura inercia del <<dejarse llevar>>, del <<ir tirando>>. Pero la rutina no sólo afecta, por desgracia, al orden de los hechos; es también coextensiva al orden del ser, de tal modo que nuestro espíritu y nuestra mente también entran en la dinámica de la repetición de lo mismo, signo de lcansancio existencial en que podemos encontrarnos. Y es precisamente en el orden ontológico, el más importante de todos, en el que está arraigada nuestra fe, quedando afectada por este mal de la sociedad posindustrial mediante el cual la fe pasa a ser una cuestión tangencial, del centro a la periferia.
En efecto, pronto nos acostumbramos a llamarnos y ser cristianos. Vamos todos los domingos a misa, repetimos de memoria una y otra vez el Padrenuestro, los Diez mandamientos, el Credo, y un sinfín de oraciones más. Y así, a base de repetirlas no pensamos en lo que decimos, vaciando de significado el contenido de lo que expresamos. Creemos saberlo todo, o casi todo, sobre la figura de Jesús, pero en realidad no sabemos nada. A lo sumo sabemos cuatro o cinco fórmulas estereotipadas. De esta suerte, vamos perdiendo la capacidad para la novedad. Así, nos anclamos en una especie de <<eterno retorno>> de lo idéntico.
La identidad de Jesús es, sin embargo, una de esas cuestiones a las que nunca se llega del todo. No en vano ha sido uno de los grandes rompederos de cabeza de casi todos los eximios personajes que la historia ha dado. Las miradas han sido y son múltiples, como infinitas son las perspectivas, sin llegar ninguna a determinar quién es realmente Jesús.
Al hombre de hoy le suelen suceder lo que a las gentes del lugar del tiempo de Jesús, que no tenían claro quién era semejante personaje. Había tantas opiniones como cabezas. Pero esta dispersión de pensamientos y de sentimientos también nos afecta a nosotros los cristianos. Aunque pensemos que lo sabemos todo, o casi todo, sobre quién es Jesús, en realidad sabemos menos. Aquí ya de lo que se trata no es tanto de saber –que también-, sino sobre todo de sentir. No es cuestión de conocimientos sino de vivencias. Y puede darse la paradoja de que sepamos mucho sobre la historia de Jesús y no vivamos nada de lo que sabemos.
Jesucristo no es un personaje más de la historia. Su doctrina no es tanto para ser estudiada cuanto para ser vivida. Por ello, como cristianos hemos de replantearnos y preguntarnos sucesivamente por el <<quién>>, no como un interrogante a terceros que, al fin y al cabo, no deja de ser un puro y frío impersonalismo. La pregunta ha de ser directa y personal: ¿Quién es Jesús para mí? De la respuesta que demos, que dé cada uno, se deduce el grado de autenticidad y compromiso de la propia vida de fe.
Hemos de procurar constantemente no caer en la rutina de las respuestas fáciles, estándar, impersonales, anónimas, porque son respuestas que no nos dicen nada ni nos interpelan nada. La autenticidad de vida que conlleva ser cristiano nos impele a no conformarnos con lo que siempre se ha dicho y sabemos sobre Jesús. Aquí de lo que se trata es de medir la intensidad, profundidad e identidad de mi vida de fe y de mi compromiso real con la fe. Por eso, el <<quién>> de la pregunta remite a un <<cómo>>: ¿Cómo hago yo efectiva mi identificación con Jesús? Jesús mismo nos da la respuesta: <<El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz de cada día y se venga conmigo>> (Lc9, 23-24). Ser cristiano significa asumir e identificarse con el <<quién>> y con el <<cómo>>, es decir, con Jesucristo y su misión de salvación. Por eso la identidad se define y se concreta en la misión.
Los cristianos debemos esforzarnos por mantener la fidelidad en el camino emprendido por Cristo, porque sabemos por experiencia que en este camino de negación y de cruz el peligro constante de los desánimos, de la falta de empuje y coraje para confesar la fe en Jesús de Nazaret como Hijo del Hombre (cf. Lc 9, 26). Es decir, por propia inclinación de la naturaleza humana tendemos a suavizar la dimensión de cruz del seguimiento y a resaltar la dimensión de gloria. Queremos llegar a la meta sin hacer el camino, sabiendo que una de las grandes verdades incontestables del ser cristiano es que no hay gloria sin cruz.
Ser cristiano significa identificarse con Jesús en su misión, recorrer el largo camino existencial de la fe con sus luces y sus sombras. Este camino es el único medio que nos enseña a conocer con detenimiento y en intensidad a Jesucristo, nuestro único modelo. De este modo –por el <<cómo>>, esto es, por la misión-, llegamos al <<quién>>, a Jesucristo. Profundizar y ahondar en los compromisos evangélicos es, al mismo tiempo, bucear en la intimidad del mismo Jesucristo. Aquí se cumple una vez más el dicho de Jesús: <<Por sus frutos los conoceréis>>.
Por tanto, la pregunta <<¿quién decís que soy yo?>> es intercambiable con esta otra: <<¿Hasta qué grado os importo?>>; y el grado de importancia se mide por el grado de compromiso en la vida de fe, manifestado en el grado de identificación con la misión de la evangelización.
Queridos hermanos, revisemos en qué situación se encuentra nuestra vida de fe. Pensemos hasta dónde llega nuestro compromiso de vida con Jesucristo. Veamos si estamos anclados en la llamada de <<fe teórica>> o en la de los puros conocimientos sin ningún tipo de compromiso o si, por el contrario, hemos pasado de los conocimientos a la vida. En todo casi sería bueno que tuviésemos como lema la misma invitación que Jesús hizo a sus discípulos y que en este momento de la historia nos hace a cada uno de nosotros: <<El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará>> (Lc 9, 24).

lunes, 13 de junio de 2016

Recital poético artístico

Fundación Miguel Castillejo | Salón de actos 
Miércoles, 15 de junio de 2016 | 21 horas


El próximo miércoles 15 de junio celebramos un Recital Poético Artístico organizado por la Unión Nacional de Escritores Españoles y la Asociación Literaria Nueva Poesía de Córdoba, que contará con la colaboración de Gloria Godoy, artista de danza fusión. 

El 15 de junio a las 21 horas. Entrada libre hasta completar aforo.

miércoles, 8 de junio de 2016

Il Trovatore, de Verdi


Este próximo jueves día 9 de junio, a las  20’30 cerramos nuestro ciclo OPERA ABIERTA del curso 2014/15, en colaboración con la Asociación Amigos de la Ópera de Córdoba, presentando la ópera
Il Trovatore, con una visualización seleccionada de la Producción del Metropolitan House
y la presentación y comentarios del presidente de dicha asociación, d. Manuel Muñoz Moya.

Entrada libre hasta completar aforo.

viernes, 3 de junio de 2016

Décimo domingo del tiempo ordinario

1 Re 17, 17-24: La palabra del Señor en tu boca es verdad.
Gál 1,11-19: El evangelio anunciado es por revelación de Jesucristo.
Lc 7,11-17: Dios ha visitado a su pueblo.

Son más los motivos de muerte con que nos desayunamos a diario que los motivos de vida. Sólo basta abrir el periódico al levantarnos cada mañana y toparnos en primera plana con noticias de guerras, de terrorismo, de atentados contra la dignidad de los derechos humanos, de explotación infantil, de millones y millones de personas que perecen a causa del hambre… Y así podíamos seguir haciendo un elenco interminable de los pecados sociales que todos los hombres generamos y en los que, parece ser, nos hemos instalado como falsa condición ontológica y como falso camino de realización. Pero estos <<pecados de muerte>> llevan la semilla de la destrucción y por ello, no sólo no afirman al hombre, sino que lo destruyen sin remedio. Los odios, las divisiones, los rencores, las venganzas son algunos de sus frutos más nefastos. Como bien indica Jesús, la violencia sólo puede engendrar más violencia, <<quien a hierro mata a hierro muere>> (Mt 26,51-53). Así, el hombre está en abierta posición con su vocación y su destino, con lo que lo secuencia, el hombre no se convierte en pastor de la vida porque es servidor y esclavo de la muerte.
Por el contrario, Dios es el viviente y no quiere la muerte del hombre sino que se convierta y viva. Dios es la vida y, por esta razón, ha convocado y ha llamado al hombre para la vida, no para la muerte. Dios ha llamado al hombre a la existencia par que se realice y realice el don maravillosos de la vida viviendo conforme a su condición de hijo de Dios. En otras palabras, la vocación del hombre es la vida, no la muerte; es la salvación, no la perdición; es la gracia, no el pecado. Las hermosas lecturas de hoy insisten desde diferentes ángulos en Dios como Señor de la vida, que quiere y desea la salvación del hombre.
Los profetas siempre son anunciadores de la vida de Dios, porque Dios era para ellos la fuente y la meta inagotable de la vida de donde brotaba toda forma de existencia y hacia donde se encaminaba en plenitud como sentido último y pleno. Los profetas anunciaban la vida como le gesto más bello de Dios. Ellos guardaban la suerte de los más desfavorecidos y se empeñaban en su causa. Nunca se cansaban de hacer el bien, de paliar sus desgracias, de satisfacer sus ruegos, de mitigar su dolor.
El Evangelio de hoy es de una gran belleza y ternura. San Lucas nos describe con gran maestría la escena del entierro del hijo de la viuda de Naím, escena que tiene como protagonista indiscutible a Dios, Padre y Señor de la vida y de la misericordia.
Dos procesiones y dos sentidos: a la procesión de muerte que acompaña al joven difunto de Naím se enfrenta la procesión de vida de Jesús y sus discípulos. La vida sale al encuentro del hombre porque Dios, que es la vida, camina pacientemente y sin interrupción a su lado, iluminando de sentido y de alegría todo el horizonte del humano existir. La vida es un don de Dios, por eso no podemos vivir instalados en la cultura de la muerte, negación del mismo hombre en su raíz. La vida es un don y, en consecuencia, hemos de vivir luchando y apostando fuertemente por ella. Jesús es el profeta de la vida, con poder para restituirla como ejercicio salvador lleno de misericordia. Por esta razón el mandato de Jesús es una orden para la vida: <<Levántate>>. De este modo, deja clara la bondad y la misericordia divinas. Dio no es un Dios de muertos sino de vivos (cf. Mt 22,23).
Como cristianos tenemos que vivir con esperanza y preñar de sentido toda la realidad que nos embarga. Frente a la cultura de la muerte, que es la negación manifiesta de Dios, y por tanto la negación palmaria del hombre, los cristianos tenemos que construir la cultura de la vida, afirmación y encarnación visible de Dios en el mundo y, en consecuencia, afirmación del hombre. ¿Cómo se construye la cultura de la vida) Dos son los modos: afirmando y defendiendo la vida misma, y negando y condenando todo tipo de muerte.
Los cristianos tenemos que denunciar, rechazar y condenar sin reservas ni distinciones sutiles el aborto –mal endémico y signo de contradicción interna de las sociedades desarrolladas-, porque cuanto más investigan para aumentar la calidad de vida, más inciden en consolidar la muerte mediante, por ejemplo, las leyes que despenalizan el aborto y la eutanasia. Tenemos que rechazar, igualmente, todo tipo de violencia, como el terrorismo, que tan de cerca lo estamos viviendo y sufriendo. Hemos de decir no a las guerras que actualmente existen en diversos países del planeta, no a la pena de muerte, no, en suma, a la negación del hombre, que es también negación de Dios.
Los cristianos tenemos que apostar fuertemente por el don de la vida, regalo de Dios, afirmarla siempre, nunca negarla. Buen ejemplo de ello están dando nuestros hermanos y hermanas misioneros, vanguardia del amor de Dios a los hombres. Ellos y ellas apuestan fuertemente por la vida en países donde la realidad de la muerte es más palpable, más cruel, más directa. Hablamos de la muerte del hambre, de la muerte de las epidemias, de la muerte de la esclavitud, de la muerte del analfabetismo, de la soledad, orfandad… Ellos anuncian al Dios vivo viviendo con sencillez el Evangelio, teorizando poco y actuando más, quizá porque tienen muy en cuenta el dicho popular: <<Obras son amores y no buenas razones>>, expresión del compromiso de la fe verdadera en Dios; como bien comenta el apóstol Santiago: <<¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? […] La fe si no tiene obras, ella sola es un cadáver>> (2,14-17).