martes, 29 de abril de 2014

"Miguel Castillejo: el sacerdote impulsor de la Semana Santa cordobesa"

Lunes, 05 de mayo | 21,00 horas 
Salón Liceo | Real Círculo de la Amistad de Córdoba


La Asociación Tertulia Cofrade Juan de Mesa, ha organizado para el próximo día 5 de mayo una Mesa Redonda con el título "Miguel Castillejo: el sacerdote impulsor de la Semana Santa cordobesa", un homenaje al Presidente de esta Fundación, por todo el esfuerzo e iniciativa que realizó en su día para impulsar nuestra Semana Santa.

Al finalizar el mismo, podremos compartir un rato de compañía, en el transcurso del cóctel que se va a ofrecer.

Entrada libre hasta completar aforo.

lunes, 28 de abril de 2014

Córdoba en Mayo: Día de la Madre

Domingo, 04 de mayo | 12,30 horas 
Patio | Fundación Miguel Castillejo

Con motivo del Día de la Madre y bajo la dirección de Pedro Peralbo, "Noches de mi Ribera" interpretará el siguiente programa:

Ferialas (Ramón Medina)
No puede ser (Ramón Medina)
Maria la portuguesa (Carlos Cano)
Camino del Santuario (Ramón Medina)
 Flores en el pelo (Ramón Medina)

En la voz del barítono: José Luis Fuentes

Poesía:

Canto a la mujer cordobesa (El Pastor Poeta)
Rapsoda: Evaristo Cabezas, Guitarra: Paquito Velasco

Y a continuación:

Bajo mi cielo andaluz (Carlos Castellano)
Habaneras de Cádiz (Carlos Cano)
Serenata a la Mezquita (Ramón Medina)
Batalla de Flores (Pepe Castilla)
Soy cordobés (Rafael Castro)


Entrada libre hasta completar aforo.

jueves, 24 de abril de 2014

Ciclo de Ópera Abierta

Martes, 29 de abril | 20,30 horas 
Salón de actos | Fundación Miguel Castillejo

El próximo martes 29 de abril tendrá lugar en el salón de actos de la Fundación Miguel Castillejo el Ciclo de Ópera Abierta, con la visión comentada de óperas famosas y con las mejores voces y escenarios.

El ciclo se abrirá con Cavalleria rusticana (ópera en un acto de Pietro Mascagni), como primera audición.

Entrada libre hasta completar aforo.

Segundo Domingo de Pascua

Hch 2,42-47: Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común.
1 Pe 1, 3-9: dios, por la resurrección de Jesucristo, nos ha hecho nacer de nuevo. 
Jn 20, 19-31: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado.

El tema central del Evangelio de hoy es el primer encuentro del Resucitado con sus discípulos, quienes por miedo a los judíos se habían encerrado <<a cal y canto>> en una casa. El saludo de Jesús es muy sencillo, y por eso muy profundo: <<Paz a vosotros>>. Es como decir: tranquilizaos, serenaos, no os apuréis, que el temor no se adueñe de vuestro corazón. Yo estoy aquí, con vosotros. Es la paz que convierte el corazón del creyente que ha palpado y ha experimentado la Resurrección del Señor. Es una paz misionera -<<como el Padre me ha enviado, así también os envío yo>>-, porque la Resurrección invita y empuja a ser predicada a los cuatro vientos. Quien ha <<visto>> al Señor, no se lo puede quedar para él. Es tal la paz y la alegría que lo inunda, que tiene la necesidad imperiosa de proclamarlo por todo el mundo. La verdadera fe no es una fe muda, interiorista o solipsista, sino expresiva y comunitaria. Sólo se vive la fe que se comparte, se testimonia y se anuncia.

Pero la experiencia de la fe en la resurrección de Jesucristo no es fácil. Santo Tomás es un buen ejemplo. Aunque sus hermanos de fe le anuncian la buena nueva de la Resurrección, él no se lo cree. Antes tiene que <<ver>> al Resucitado con sus propios ojos y <<tocarlo>> con sus propias manos. Muchas veces se ha minusvalorado o incluso despreciado la postura del apóstol Tomás, se le ha tenido como prototipo de hombre incrédulo, modernista o incluso agnóstico, que para creer exige la pruebas de la experiencia física: ver y tocar al mismísimo Resucitado. Y es verdad, pero no es toda la verdad .La postura de Tomás apóstol es ante todo la de una búsqueda sincera de la fe. Tomás no va a Dios queriéndolo alcanzar por la sola razón sino que su <<ir a Dios>> es un <<ir>> hacia la fe, porque por encima de todo <<quiere >> creer, <<desea>> la predisposición para la fe, es decir, la apertura a Dios para que en ella se pueda producir el encuentro, experiencia de la misma fe.

Nuestros tiempos no son tiempos de contentarnos con lo mínimo, y sí de aspirar a lo máximo. Los creyentes no podemos contentarnos con la llamada <<fe del carbonero>>. Es necesario un encuentro personalizado con el Resucitado, es necesario <<sentir>> el deseo de Dios. Tomás podía haber hecho lo que muchos de sus condiscípulos: abandonarlo todo, porque, seducidos por el más puro estilo inmanentista, creyeron torpemente que todo se derrumbó con la muerte del Maestro. Y sin embargo, a pesar de sus <<dudas>> de fe, permaneció en el círculo de quienes seguían confiando en el poder de Dios. Tomás se afanaba por tener una fe firme, sólida, convencida.

Uno de los más eximios y excelsos teólogos del Concilio Vaticano II, el padre jesuita Karl Rahner, ha llegado a afirmar que <<el que no sea un místico no va a poder ser un creyente>>; es decir, el que no sienta y viva el misterio de dios recorriendo toda la estructura de su ser, el que cuando esté delante del sagrario, el sagrario no le diga nada, el que encierre su fe en los muros de su petrificado solipsismo, ése acabará por perder la poca fe que tiene. La fe hay que alimentarla, vivirla, acrecentarla, experimentarla. O la fe es búsqueda y experiencia viva de Dios, o no es nada.

La experiencia de Tomás es toda una pedagogía del camino de fe de la vida cristiana. Tres son los estadios de dicho camino. En primer lugar, la búsqueda sincera del Dios vivo y verdadero. Habrá que estar muy atentos para que nuestra búsqueda no sea ni una búsqueda interesada que quiere encontrar a Dios para servirse de Él, ni una búsqueda que tiene como término un sucedáneo de Dios –no como dios es, sino como yo quiero que sea -. En segundo lugar, el encuentro con Dios, como encuentro con la verdad de la vida, que pone al descubierto nuestras mentiras, nuestras incoherencias, nuestros egoísmos. Es el encuentro de la conversión que supone abrirse totalmente a Dios para que Él sanee nuestras intenciones más ocultas, de modo que podamos <<verlo>> y <<tocarlo>>. En tercer lugar, la aceptación de Dios como centro único y absoluto de la vida: <<¡Señor mío y Dos mío!>>. Es la madurez de la vida de fe, en la que la vida se ha vaciado totalmente en Dios.

Mis queridos hermanos y amigos, la reflexión espiritual de este segundo domingo de Pascua es meridianamente clara. Primero, ir trabajando por adquirir una fe personal y convencida basada en experiencias religiosas, místicas, de lo contrario tendremos una fe raquítica que un día u otro acabará por morir. Segundo, vivir la dimensión comunitaria de la fe, compartir la fe, comunicarla y testimoniarla, como signo inequívoco del vigor de nuestra misma fe.

Una cosa es cierta: malamente podemos ser testigos de la Resurrección de Jesucristo, si no estamos convencidos de ella. El anuncio de la fe es eficaz cuando creemos firmemente en aquello que anunciamos.

miércoles, 16 de abril de 2014

Domingo de Pascua de Resurrección

Hch 10,14.37-43: Dios lo resucitó al tercer día.
Col 3,1-4: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba.
Jn 20,1-9: Él había de resucitar de entre los muertos.

¡Aleluya! Cristo ha resucitado. Vence la vida, vence la luz, vence la gracia, vence la salvación de Dios. Jesucristo es el señor de la vida y de la historia. El pecado y la muerte han sido vencidos para siempre por el poder de Dios, aniquilados por la gloriosa resurrección de Jesucristo. Gocemos y alegrémonos porque en la resurrección de Jesucristo todos hemos resucitado.

La Resurrección de Jesucristo tiene un trasfondo teológico de primera magnitud porque sin ella no se hubiese operado nunca nuestra salvación. Si todo hubiese acabado con la muerte de Jesucristo, nuestras esperanzas serían inútiles y nuestra fe sería vana, una mera ilusión. Así pensaban aquellos contemporáneos de Jesucristo que, ciegos en su corazón, nunca vieron a Dios en Jesús. Sólo vieron a un simple hombre, con todas las debilidades y limitaciones propias de lo humano. Así piensan hoy muchos de nuestros contemporáneos, incluso cristianos, que aceptan al Jesús histórico pero no al Jesús de la gloria. Aceptan que Jesús fue un hombre excepcional, que hizo milagros, que pasó haciendo el bien, que padeció y que murió. Y ya está. Ahora nos queda su memoria y su ejemplo. Es el mensaje de todas las versiones humanistas de Jesucristo: Jesucristo superstar, Jesucristo revolucionario o Jesucristo obrero, por poner sólo algunos ejemplos.

La Resurrección de Jesucristo significa, en primer lugar, que Dios da la razón a Jesús y desamortiza las razones de los hombres. Toda la vida de Jesús –su actitud servicial, su amor y su entrega a los demás, su muerte en cruz- no fue algo inútil o el epítome de un destino fatal. Todo lo contrario. Es el único camino de sentido, de esperanza, de alegría. Dios no defrauda, y por eso, al resucitar a Jesús de entre los muertos, está respaldando toda su trayectoria histórica, en sus dichos y en sus hechos. Dios siempre gana aunque la muerte de Jesús en la cruz aparezca como un fracaso a los ojos humanos.

Su muerte no es el resultado de una visión ni su victoria una ilusión de los suyos. ¿Acaso puede el amor ser vencido por la muerte? Dios no ha muerto, por mucho que quieran proclamarlo las afirmaciones racionalistas de los filósofos que se hunden en el abismo de la incomprensión y en la desesperanza de un hombre sin Dios, un mundo sin creador, un universo al libre albedrío de los poetas de la nada.

En segundo lugar, la Resurrección de Jesucristo significa que la vida humana ha cambiado porque el Resucitado imprime al mundo un nuevo rumbo. Jesús es el Señor de la presencia gloriosa, de la palabra cálida, del encuentro entre amigos; Jesús es la experiencia compartida de la familia, el gesto de la solidaridad, el rostro del amor; Jesús es el Señor de la vida. El hecho de la Resurrección es un canto a la vida misma olvidando las coordenadas de la muerte. Los hombres estamos hechos para la vida, aunque nos empeñemos una y otra vez en mantener la <<cultura de la muerte>>- es decir, el aborto, las guerras, el hambre, las grandes bolsas de pobreza o todo tipo de injusticia-. Jesús es Señor y dador de vida. Él es fuente de vida. Cristo, en cuanto Dios, recapitula toda la historia y el devenir del hombre y nos transforma en personas nuevas.

La Pascua consiste en buscar la vivencia del Señor Resucitado, Señor de la historia y de la vida, vencedor de la muerte. Esto significa que hemos de vivir la vida con una gran dosis de fe, de esperanza y de amor; de fe en Dios y en su Palabra, porque lo mismo que ha resucitado a Jesús de entre los muertos, también nos resucitará a nosotros; de esperanza confiada en la salvación total de Dios –nuestra vida no es un caminar sin rumbo, tenemos clara nuestra meta, nos ilumina la luz de la Resurrección-; de amor, porque sólo el amor vence al pecado y a la muerte, sólo el amor llena de sentido nuestra vida y sólo el amor es la razón última de nuesrto ser y de nuestro actuar.

La Pascua es una invitación clara, profunda, radical y última a ser testigos de la Resurrección de Jesucristo; esto es, a ser testigos de la alegría, símbolo interno y externo de nuestra fe sin fisuras, de nuestra esperanza de sentido y de nuestro amor pleno. Es una invitación a vivir la dimensión festiva y alegre de la vida. Dios nos ha llamado a la felicidad y la alegría, encarnación visible de la resurrección de Jesús, no para la tristeza, símbolo del pecado y de la muerte.

Mis queridos amigos, la Pascua debe ser una excelente ocasión para hacer el repaso de la infinita serie de alegrías de las que apenas disfrutamos. Alegría porque fuimos llamados a la vida, a la fe, a la filiación divina, al encuentro definitivo con Dios. Demos gracias a Dios.

Concierto Viola y Piano - Manos Unidas

Viernes, 25 de abril | 20,00 horas 
Salón de actos | Fundación Miguel Castillejo


El próximo viernes 25 abril tendrá lugar el Concierto Solidario Benéfico organizado por Manos Unidas; en el que contaremos con la viola Ángela García-López, acompañada al piano por Antonio Ángel Escalera, que interpretarán el siguiente escogido programa:

J. S. Bach - Cello Solo Suite n.3
R. Schumann - Romances Op.94
J. Brahms - Sonata No.2 Op.120

El precio de la entrada a favor de Manos Unidas será de 5 €.

"Cuentos de ensueño", de José Calero Román

Miércoles, 23 de abril | 20,00 horas 
Salón de actos | Fundación Miguel Castillejo

El próximo 23 de abril, a las 20 horas y con la colaboración de la Asociación San Pelagio - Proyecto Humánitas, tendrá lugar en el salón de actos de la Fundación Miguel Castillejo la presentación del libro "Cuentos de ensueño", de José Calero Román, a cargo de Antonio Navarro Gómez-Pastrana.

Entrada libre hasta completar aforo.

viernes, 11 de abril de 2014

Domingo de Ramos

Is 50,4-7: No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba.
Flp 2,6-11: Cristo, a pesar de su condición divina, se despojó de su rango.
Mt 26,14-66: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

Los cristianos iniciamos la celebración de nuestra <<Semana Grande>>: la Semana Santa. En ella se compendian y se resumen los grandes acontecimientos de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, razón última del sentido de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestro amor. Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, opera la salvación de todo el género humano asumiendo y padeciendo, como <<varón de dolores>>, todos nuestros pecados; ofreciéndose al Padre como holocausto a favor de toda la humanidad; venciendo definitivamente, por su Gloriosa Resurrección, al pecado y a la muerte.

El Domingo de Ramos es el símbolo, la antesala, el pórtico de entrada de tan gloriosos misterios. El camino de Jesús, iniciado en Galilea, conduce inexorablemente a Jerusalén, encuentro supremo con la cruz y la gloria, precedidas por la Pasión, tema central de la fiesta de hoy. El profeta Isaías nos introduce en el amplio tema del <<Siervo del Señor>>, <<varón de dolores>>, cuya figura se cumple históricamente en Jesucristo, quien, <<a pesar de su condición divina […] se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo>> (Flp 2,6-7). Por eso, todo el relato de la Pasión –que en este ciclo está tomada de San Mateo- es un claro exponente y desarrollo del significado de <<tomar la condición de esclavo>> por parte de Jesús.

Imbuidos de la llamada <<mentalidad de la eficacia>>, <<del éxito>> y <<del triunfo a toda costa>>, nos es difícil entenderá los cristianos de hoy por qué Jesucristo siendo Dios se hizo hombre; por qué tuvo que salvarnos sin eludir el dolor y la muerte; por qué no echó mano de su poder omnipotente para hacer las cosas de diferente modo. Y como Pedro, también nosotros le decimos a Jesucristo: <<Líbrete Dios, Señor. ¡No te pasará a ti eso!>>, en clara referencia a su pasión (cf. Mt 16,22). Es decir, queremos imponerle a Dios nuestro modo de pensar y de hacer las cosas. O, en todo caso, no acabamos de encajar ni de aceptar que el Hijo de Dios padeciera y muriera. En el fondo, acusamos la tentación del poder, del triunfo deslumbrante, de las alabanzas y de los aplausos. Que <<Dios demuestre que es Dios>>, como ya vimos en la segunda de las tentaciones de Jesús (cf. Mt 4,6).

Sin embargo, el modo de ser y de actuar de Dios no tiene nada que ver con nuestros deseos y aspiraciones.  Jesucristo no tiene que demostrar que es Dios, sino que los hombres tienen que creer en Él como Hijo de Dios que toma sobre sus espaldas el dolor, el sufrimiento y la muerte como símbolos de su entrega a lPadre por nosotros. Dios ya se ha acercado al hombre: se ha encarnado, ha compartido nuestra historia, ha muerto por nosotros. Ahora hace falta que los hombres nos acerquemos a Dios, que los cristianos creamos en Dios tal y como se nos ha revelado y manifestado en Jesucristo. Para ello hemos de pensar como Dios, no como los hombres (cf. Mt 16,23), es decir, hemos de saber descubrir a Dios en las más diversas situaciones humanas, tanto en medio de las alegrías como de las penas, de la salud como de la enfermedad, del placer como del dolor y del sufrimiento.


Decía el literato y filósofo Albert Camus que el Dios de los cristianos es un Dios de dolor, del sufrimiento y de la muerte. Es ésta una visión muy sesgada y miope, porque si hay algo que distinga al Dios de Jesús es que es un Dios de vivos y no de muertos; que es el Dios de la vida, no de la muerte. El dolor, el sufrimiento y la muerte que el Hijo de Dios asume en su condición de Redentor, no los asume por puro masoquismo, sino como <<condición necesaria>> para nuestra salvación. El hecho de que Jesucristo cargue con todo el peso de nuestros pecados viene a decirnos que sólo Dios puede salvarnos, que el hombre es absolutamente incapaz de salvarse a sí mismo porque está herido de muerte in radice por el poder del pecado. Jesús sufre y padece por nosotros, para que nosotros encontremos pleno sentido a nuestros sufrimientos y dolores humanos; para que desde la fe <<veamos>> y <<entendamos>> el sentido purificativo y redentor de nuestras pasiones y cruces de cada día; para que integremos en nuestra vida el misterio de la muerte, no como una condena o una maldición, sino como paso obligado en nuestro acceso al encuentro con el Padre, plenitud de sentido.


En estos tiempos de <<crisis de Dios>>, de <<cr9s9s de fe>> y de <<crisis de vida>>, los cristianos tenemos que cambiar nuestro modo de pensar <<al estilo del mundo>>, para pensar como Dios. Tenemos que dejar a un lado todos los <<ismos>> que atenazan y socavan los cimientos del sentido último de nuestra existencia y poner nuestro corazón en Dios que nos salva.

No andemos buscando sueños imposibles, falsos Mesías o engañosas felicidades. Por mucho que queramos ignorar el dolor y la muerte, existen. No hay que ignorarlos, sino darles un sentido. Jesucristo es ese sentido. En Dios todas las paradojas humanas quedan resueltas.

jueves, 10 de abril de 2014

Concierto Sacro de Pasión

Viernes, 11 de abril | 20,00 horas 
Salón de actos | Fundación Miguel Castillejo


El próximo viernes 11 de abril, Viernes de Dolores, a las 20 horas, tendrá lugar en el salón de actos de la Fundación Miguel Castillejo el Concierto Sacro de Pasión 2014, con la actuación de la Coral Universitaria Miguel Castillejo, dirigida por Ángel Jiménez, con las sopranos Conchi Martos y Silvia Naranjo y los barítonos Domingo Ramos y Ángel Jiménez; acompañados al piano por Silvia Mkrtchyan.

El programa que se interpretará será el siguiente:

* Cantata 147  Jesus bleibet meine Freude - de J.S. Bach
(Interpretado por el Coro)

* Stabat mater - de G. B. Pergolesi
I. Grave
III. Larghetto
VI. Tempo giusto (Silvia Naranjo)

*Verdi Prati - de G. F. Haendel
(Domingo Ramos)

* Pietà signore - de A. Stradella
 (Angel Jiménez)  

* La Creación - de J. Haydn
Dúo de Adán y Eva (Conchi Martos y Ángel Jiménez)

* Ave Verum Corpus - de W. A. Mozart
(Interpretado por el Coro)

* Vesperae solennes de confesore - de W. A. Mozart
Laudate dominum  (Conchi Martos)

* Crucifix! - de J. B. Faure
(Silvia Naranjo y Ángel Jiménez)

* Requiem Op. 48 -de G. Faure
IV. Pie Jesu (Conchi Martos)
VI. Libera me (Domingo Ramos)
VII. In paradisum  (Coro)

Acuarelas de Teresa Guzmán

Jueves, 10 de abril | 19,30 horas 
Fundación Miguel Castillejo


También hoy tendrá lugar a las 19.30 horas la inauguración de la exposición "Teresa Guzmán: Acuarelas", cuyo horario de visita será por las mañanas de 9 a 14 horas hasta el día 31 de mayo.

Conferencia "Estudio médico legal de la sábana santa de Turín"

Jueves, 10 de abril | 20,30 horas 
Salón de actos | Fundación Miguel Castillejo


Hoy, a las 20,30 de la tarde tendrá lugar en el salón de actos la conferencia "Estudio médico legal de la Sábana Santa de Turín", a cargo de D. José Sáez Rodríguez, médico forense y director del Instituto de Medicina Legal de Córdoba.

Libre acceso hasta completar aforo.

viernes, 4 de abril de 2014

Quinto domingo de Cuaresma


Ez 37,12-14: Os infundiré mi espíritu y viviréis.
Rom 8, 8-11: El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros.
Jn 11,1-45: Yo soy la resurrección y la vida.

El Evangelio de San Juan nos habla hoy de un relato muy conocido por todos nosotros: la resurrección de Lázaro. Posiblemente lo primero que se nos ocurre es pensar en el poder de Dios y en su capacidad para realizar todo tipo de milagros, hasta incluso resucitar a un muerto. Pero, posiblemente también, no advirtamos que detrás del milagro, que es lo primero que salta a la vista, haya un mensaje de gran calado. Por eso, interpretando a San Juan, Lázaro, con la tumba que albergó su cuerpo durante cuatro días, no es sólo el personaje histórico del tiempo de Jesús, es también cualquiera de nosotros, cualesquiera de los cristianos que estamos muertos por el pecado y que, por tanto, necesitamos de la gracia de Dios, la única que puede devolvernos a la vida. El que cree en Jesucristo y sigue a Jesucristo, si lo posee en su interioridad y se deja poseer por él, vive feliz.
Lo mismo que Marta, la hermana de Lázaro le dice a Jesús: <<Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano>>, también cada uno de nosotros podríamos decirle: <<Señor, si hubiésemos estado más cerca de ti, no nos habrían pasado las cosas que nos han pasado>>. Y lo mismo que Jesús lloró por Lázaro, también llora por nosotros. Jesús llora por cada uno de nosotros, porque nos quiere, y nos quiere felices, reconducidos hacia la vida verdadera que dimana del mensaje evangélico.
Esta experiencia personal de la cercanía de Cristo, es también una experiencia social. Si la sociedad estuviera más cerca de Cristo, si no se hubiera retirado de él, otro color tendrían las cosas que acontecen en ella. Vivimos horrorizados con tanta maldad, con tantos crímenes, con tanto terrorismo, con tanta lascivia, con tanta persecución al inocente. Los hombres no están cerca de Cristo; si cabe, se encuentran cada día más alejados de él. Algo huele mal en la sociedad; algo huele mal en cada uno de nosotros, como olía el cadáver putrefacto de Lázaro; algo que hay que cambiar y convertir, algo que hay que cortar, algo que hay que orientar. Cada cual sabe, o tiene que saber, qué huele en él, y, en consecuencia, qué ha de cortar y extirpar.
Tenemos que convertirnos e iniciar unas jornadas de puertas abiertas: <<Abridle las puertas a Cristo, no temáis. Abridle las puertas a Cristo>>, exclama el papa Juan Pablo II. No hace mucho, en un rápido viaje a Francia, entré en una iglesia de un pequeño pueblo. Al lado del altar había una especie de pancarta que rezaba así: <<Dejaos envolver por Jesucristo>>. Es lo que nos hace falta a todos, que nos seduzca Jesucristo, que sea nuestro guía, que sea nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Sólo así conseguiremos la verdadera dicha, la verdadera felicidad, la verdadera alegría, <<muy difícil de conseguir, y muy fácil de perder>>, en el decir de Richer.
El mundo está roto en mil pedazos. El hombre está dividido y fragmentado. El mundo vive inmerso en la división, en el escándalo cada día más grave de la corrupción y la falsedad. Los valores de la persona están invertidos. La persona humana soporta la carga pesada de las soledades y los sufrimientos, de las guerras y de las enfermedades más terribles y misteriosas. El hombre necesita urgentemente una inversión a favor del hombre. Hace falta que nos entusiasmemos con Jesús y su obra de salvación.
El cristiano debe primero construir <<su mundo>> interno, y, después, construir el mundo. Como Jesús, tiene que aprender a resucitar cada día para ayudar a los demás a resucitar, a salir de sus miedos, de sus dudas, de sus enquistamientos personales, para que puedan abrirse al don de Dios, de modo que cuando Cristo, como a Lázaro, les diga: <<Salid fuera>>, o hagan.
La expresión más bella de todos los tiempos, la frase que nos hace más feliz: <<Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, no morirá para siempre>>, es la que tenemos que grabar a fuego en lo profundo de nuestro corazón. Jesús es la Vida. Quien cree en Él encuentra la clave del sentido de su vida; es feliz. Por eso, la muerte es la completa ausencia de la felicidad, del amor, de la alegría, del sentido de la vida, en una palabra.
El escritor Julien Green, cuando la idea de la conversión comenzaba a rondarle la cabeza, solía apostarse a las puertas de las iglesias para ver los rostros de los que de ellas salían. Después de repetir varias veces la misma operación, su conclusión no fue otra que ésta: <<Bajan del Calvario y hablan del tiempo entre bostezos>>.
¿Dónde se quedó vuestra vocación de testigos de la resurrección? ¡Si hasta los santos los hemos vuelto tristes! De ellos sólo sabemos sus mortificaciones, sus dolores, e ignoramos todo el gozo interior de encontrarnos con Dios en su alma. Posiblemente Dios se nos haya vuelto insípido porque no hemos sabido descubrir su sabor.