miércoles, 18 de septiembre de 2013

Vigésimo quinto domingo del tiempo ordinario

Domingo 22 de septiembre

Am 8, 4-7 Contra los que compran por dinero al pobre.
1 Tim 2, 1-8 Dios quiere que todos los hombres se salven.
Lc 16, 1-13 No podéis servir a Dios y al dinero.

Homilía para esta festividad de Mons. Miguel Castillejo, recogida en el libro Palabra de Dios para nuestro tiempo. Homilías desde la COPE. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 2004.

Las reflexiones espirituales de este vigésimo quinto domingo del tiempo ordinario están centradas en un tema de candente y rabiosa actualidad como es la distribución justa y el recto uso de los bienes de la tierra. Parece como si los textos que hemos proclamado estuvieran hechos para nosotros, aquí y ahora.

En efecto, el profeta Amós, también llamado el profeta de la justicia social, describe las tremendas injusticias que los poderosos de siempre cometen contra los débiles, también de siempre. El elenco de las mismas es surtido y variado. El robo del salario de los pobres por parte de los ricos, quienes tienen a muchos indigentes a su servicio sin pagarles nada o escatimándoles hasta la última peseta, es el mismo espectáculo que vemos hoy en día las innumerables empresas que se declaran en quiebra y decretan la suspensión de pagos, debiendo grandes sumas de dinero a los trabajadores que son, al fin y al cabo, los que casi siempre pagan los <<platos rotos>>. Otra injusticia muy común denunciada por Amós es la corrupción y el engaño, centrados en aumentar arbitrariamente los precios de los artículos de primera necesidad, trucar los pesos y las medidas para sacar más dinero por menos mercancía y hacer un mal uso del dinero.

San Basilio, al igual que otros Santos Padres dela Iglesia, es muy explícito cuando habla de la distribución de los bienes de la tierra. Los bienes son bienes que Dios nos ha dado a todos los hombres. No les ha dado a unos más y a otros menos. Lo que hay en la tierra es de todos y para todos. Más explícito es San Ambrosio cuando afirma: <<No es parte de tus bienes lo que tú das al pobre; lo que le  das le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo, y no solamente para los ricos>>. Ésta es la justicia social en la que se debe apoyar la recta distribución y el recto uso de los bienes materiales.

Es la misma línea que han seguido todas las grandes encíclicas sociales de la Iglesia – Rerum novarum, Quadragesimo anno, Mater et magistra, Pacen in terris, Populorum progressio y Laboren exercens -. En concreto, en la encíclica Pacem in terris, el papa Juan XXIII, feliz memoria, dice expresamente: <<Todos los individuos y grupos intermedios tienen el deber de prestar su colaboración fundamental de que todos ellos han de acomodar sus intereses a las necesidades de los demás>>.

A la luz de este sentido de la justicia social es como quizá se entienda mejor la preciosa parábola del administrador infiel. Los administradores de las casas ricas de los judíos normalmente eran esclavos, dignos del amor y de la confianza de sus amos tanto por su destreza en los asuntos administrativos como por sus simpatías personales. La libertad de que disponían en el manejo de los bienes de sus amos era casi total, aproximadamente la misma de las personas libres. Por esta razón se daban situaciones tan pintorescas como la descrita en la parábola de hoy. El administrador, ante la carta de despido inminente que su amo le estaba preparando, ni corto ni perezoso se apresura a realizar una astuta estafa con los bienes de su amo para que cuando se encuentre en la calle tenga a quien recurrir. Y curiosamente, el propio dueño alaba tal acción. Pero, ¡ojo!, no nos equivoquemos; no se alaba la acción, intrínsecamente mala, sino la astucia que se emplea.

Cuando Jesucristo cuenta una parábola es para sacar siempre una moraleja, que es la que realmente hemos de imitar y aplicar a nuestra vida. La lección que hoy nos toca aprender no es otra que ésta: tenemos que ser buenos, sí, pero no tontos. Es decir hemos de ser astutos como serpientes y sencillos como palomas. Una cosa no está reñida con la otra. Hemos de trabajar por la justicia de todos los pueblos sin caer nunca en la trampa de conculcar la dignidad de los demás. De ahí, la conclusión final: <<Nadie puede servir a Dios y al dinero>>.

Con ello no se está dando a entender que Jesús condene el dinero sin más, a no ser que provenga de alguna injusticia o sea usado para promoverla. El dinero, creado por la mente humana, ha nacido en principio para cumplir una función buena como es facilitar el libre intercambio de los bienes materiales que Dios ha regalado a todos los hombres por igual. Es decir, cuando el dinero se valora sólo y únicamente como un medio para promocionar y desarrollar la dignidad de las personas y de los pueblos, entonces es bueno. Lo que Jesucristo vitupera es la filosofía de convertir el medio en fin. En otras palabras, de vivir únicamente para el dinero y por le dinero, de convertir al dinero en un dios al que adorar y alabar. Así, en la mesa de la creación que Dios Padre nos ha dado a todos para que todos la compartamos al unísono, unos se ponen enfermos de comer y otros, en cambio, se mueren de hambre.

La parábola es una clara invitación, una vez más, a la fraternidad, a compartir los bienes con quienes más lo necesitan, víctimas de las injusticias de todos. Una forma genuina de compartir los bienes en nuestra sociedad actual es la de invertir el dinero, no tanto como buena fuente de ingresos económicos cuanto como un magnífico medio de creación de riquezas que redunden en beneficio de todos. Así, por ejemplo, crear empresas rentables que generen puestos de trabajo, invertir en obras sociales o ayudar a la Iglesia en sus necesidades.

Mis queridos amigos, aprendamos bien la lección del administrador infiel. Granjeémonos amigos con los bienes de este mundo y hagamos obras magníficas que contrarresten realmente las lacras que socavan los cimientos de nuestra sociedad: la corrupción, el paro, las turbulencias sociales, las abultadas desigualdades, las injusticias de todo tipo, etc.  Que el dinero que cada cual tiene lo tenga siempre como medio para el bien de todos, nunca como un fin para el sólo provecho personal.

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